Crítica:

Nitrato

Primero una imagen infantil: un cartel magnificado por el recuerdo: Nitrato de Chile. Y ese niño, hoy lector, se encuentra ahora con este hermoso libro del chileno Ariel Dorfman, donde se habla de un desierto, allí donde no cae una gota desde hace una eternidad, desde aquella lejana semana tan trabajada por el Creador, el desierto de Atacama, Norte Grande, arriba de Chile, donde choca con Perú y con Bolivia, si hubiera conservado su salida al mar. Aquel niño que recuerda los carteles de Nitrato de Chile sigue ahora esta apasionada, apasionante y hermosa aventura que realiza Ariel Dorfman que ...

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Primero una imagen infantil: un cartel magnificado por el recuerdo: Nitrato de Chile. Y ese niño, hoy lector, se encuentra ahora con este hermoso libro del chileno Ariel Dorfman, donde se habla de un desierto, allí donde no cae una gota desde hace una eternidad, desde aquella lejana semana tan trabajada por el Creador, el desierto de Atacama, Norte Grande, arriba de Chile, donde choca con Perú y con Bolivia, si hubiera conservado su salida al mar. Aquel niño que recuerda los carteles de Nitrato de Chile sigue ahora esta apasionada, apasionante y hermosa aventura que realiza Ariel Dorfman que se adentra en ese desierto, allí donde los dioses dejaron nitrato y cobre para que el hombre viviera su vida y alcanzara -si era posible- sus sueños; nitrato, salitre, eso que los indios llamaban "la harina de la luna llena". Eso de "la harina de la luna llena" lo subrayó este lector, en un viaje (de papel) anterior que hizo a Atacama, cuando siguió la senda de Eduardo Jordá, quien también se perdió en el silencio del desierto y escribió Norte Grande (Península, 2002). Ese que guarda la huella de un niño (o niña) de hace miles de años, o la momia de un indio encontrado con tan sólo remover la tierra con el pie, por más que no aparezcan, en el libro de Jordá o en éste de Dorfman, los uno, cien, mil "desaparecidos" por Pinochet y su siniestra "caravana de la muerte". Dorfman se fue p'al norte buscando a un amigo desaparecido tras el 11-S de 1973 y se encuentra con un desierto, que es como una gigantesca mina a cielo abierto, y que atesora mil memorias, pues ya nos enseñó Chatwin que debajo de cada huella se encuentra la vida y la memoria de un hombre. Dorfman, en pos de su amigo "abducido" por Pinochet, encuentra muchas historias, muchos recuerdos, y con todo ello ha escrito un apasionante libro de viajes, una suerte de cuaderno de bitácora que tiene la virtud no sólo de informar sobre aquella geografía del salitre, del nitrato, del cobre, sino, sobre todo, acerca de las personas que allí vivieron, y viven. Es, pues, un excelente libro de viajes y es también un enorme corazón que late aún vivo.

MEMORIAS DEL DESIERTO

Ariel Dorfman

RBA. Barcelona, 2004

303 páginas. 18 euros

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