"A ver si se van a olvidar de mí"

Responde David Cal al milímetro al estereotipo de chico tímido y modesto que se ha dibujado de él desde que saltó a la fama en Atenas. El hijo de los panaderos de la parroquia canguesa de Hío, del que se dice que sólo se confiesa con su entrenador y su piragua, llegó a albergar ciertas ilusiones cuando en agosto comenzó el carrusel de homenajes y lisonjas, pero, fiel a su comedimiento, el desamparo de las grandes empresas le ha puesto la mosca detrás de la oreja. "A ver si se van a olvidar de mí", advierte el campeón olímpico de C-1 en 1.000 metros y subcampeón en 500.

"Estaba convencid...

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Responde David Cal al milímetro al estereotipo de chico tímido y modesto que se ha dibujado de él desde que saltó a la fama en Atenas. El hijo de los panaderos de la parroquia canguesa de Hío, del que se dice que sólo se confiesa con su entrenador y su piragua, llegó a albergar ciertas ilusiones cuando en agosto comenzó el carrusel de homenajes y lisonjas, pero, fiel a su comedimiento, el desamparo de las grandes empresas le ha puesto la mosca detrás de la oreja. "A ver si se van a olvidar de mí", advierte el campeón olímpico de C-1 en 1.000 metros y subcampeón en 500.

"Estaba convencido de que algo saldría, pero la realidad es que nadie nos ofrece nada", agrega David Cal, que dos meses después de la gesta de Atenas mantiene una vida más que discreta. Fuera de temporada, su casa sigue siendo la de sus padres, conserva el mismo coche y pasa auténticos apuros cuando tiene que enfrentarse al entusiasmo público. Su entrenador tiene pánico a que se meta en hipotecas, y termine más pendiente de pagar las letras que de la piragua.

De momento, Jesús Morlán pretende alejarle paulatinamente de los fastos mediáticos, y luchar por el respaldo económico que le permita preparar la cita olímpica de Pekín. Porque, como advierte su padre deportivo, "el chico es tímido, pero no tonto".

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