Reportaje:PASEOS

El aroma de la historia

Fernando Santiago muestra el Cádiz del pasodoble 'Los llaveros solitarios' de Francisco Rosado

Ya que Cádiz puede que sea uno de los lugares más cantados del mundo, en vez de intentar la originalidad, vamos a seguir el circuito de Los llaveros solitarios en célebre pasodoble de Paco Rosado, himno moderno de la fiesta, un paseo por la ciudad a través de los olores , con punto de partida en la calle Pelota, junto al Pópulo. El Bar El Malagueño,en el corazón de este remozado barrio, es lugar de encuentro y corazón de la antigua villa medieval. De camino se pueden comprar mantones y abanicos artesanos en la galería de San Antonio Abad o visitar algún otro santuario de las copas como ...

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Ya que Cádiz puede que sea uno de los lugares más cantados del mundo, en vez de intentar la originalidad, vamos a seguir el circuito de Los llaveros solitarios en célebre pasodoble de Paco Rosado, himno moderno de la fiesta, un paseo por la ciudad a través de los olores , con punto de partida en la calle Pelota, junto al Pópulo. El Bar El Malagueño,en el corazón de este remozado barrio, es lugar de encuentro y corazón de la antigua villa medieval. De camino se pueden comprar mantones y abanicos artesanos en la galería de San Antonio Abad o visitar algún otro santuario de las copas como la Taberna del Almirante, el Archivo de Indias o el afamado bar Terraza, lugar de recalada de Arturo Pérez Reverte que estos días anda con la promoción de su nueva obra Cabo Trafalgar alguno de cuyos protagonistas vivieron por la zona, como Churruca. De los chicharrones de El Malagueño a las papas aliñás del Terraza hay todo un rosario de edificios nobles, como la Casa del Almirante, uno de los palacios más hermosos de la ciudad, en cuyos bajos se pueden comprar productos de esos que llaman de "comercio justo" en la tienda Pangea. El Pópulo es el barrio de las dos catedrales, de casas con aires de castellano viejo como Estopiñán o la Posada del Mesón, sacadas casi de un grabado de Doré sobre El Quijote.

Decía el pasodoble de Los llaveros "la rosa, fresca del día, le irá guiando, con mil amores, derecho, por Compañía, ¡ay qué alegría!, plaza Las Flores". Pues en esta plaza de inequívoco nombre se pueden comprar todo tipo de flores frescas o si lo prefiere, comer pescado frito del que tanta fama ha dado a la ciudad, en el remozado freidor que sigue la tradición del aceite de oliva y el gallego, los dos componentes básicos de un buen plato de pescado. En esta plaza rondaba siempre Quiñones, bien sea en el bar La Marina, haciendo esquina con el Mercado, o en el Andalucía a la hora del café. Un poco más adelante, en lo que fue el café Alhambra era donde Lev Davidovich Bronstein, Trotsky para el mundo, esperaba el barco que le iba a llevar a su exilio mejicano para darse de bruces con el piolet de Ramón Mercader, pero eso son otros lópeces.

Justo en la esquina del antiguo Alhambra empieza la calle Libertad "los churros le irán guiando, calle abajito, de la Libertad" seguía el pasodoble. Y es que aquí puede uno pararse a tomar unos tejeringos en el puesto de La Guapa o, si la hora lo recomienda, unas tortillas de camarones "Los tejeringos de nuestra tierra, y las tortillas que hace La Guapa" fueron la receta para el fulano que llegó de La Habana y se reconstituyó en la ciudad. También en esta calle puede encontrarse con los Baratillos, el mercadillo de segunda mano y de ocasión donde rastrear objetos, libros y discos de interés.

Un poco más abajo del puesto de La Guapa está el Merodio, célebre por los erizos, los ostiones, los burgadillos, las cañadillas, las lapas, los cangrejos moros, las bocas de La Isla y algún que otro marisco del litoral, consumido en la barra o comprado a los vendedores callejeros.Pero sigamos con el pasodoble: "tuerza a la derecha cruzando la plaza de la Cruz Verde, donde el sentido se pierde, que ya huele a carnaval, por los callejones se irán oliendo las escolleras, tire usted para donde quiera, que el aroma de cangrejos le irá diciendo que esta es la Viña , la casita del mar". Efectivamente, acaba de llegar al famoso barrio , sede de innumerables peñas donde se podrá tomar una tapa al compás de algún cuplé o pasodoble con cualquier discusión de fondo sobre si Alejandro Sanz es el pregonero adecuado o si la vuelta de Antonio Martín va a suponer un revulsivo para las comparsas.

Ya lejos del pasodoble y de la Viña, puede uno encaminarse hacia la calle Sacramento, subir a la Torre Tavira y admirar con su cámara oscura la ciudad a vista de pájaro. O tomar una tapa en el Rincón de José Mari, mientras se admiran antigüedades de todo tipo, desde placas de médicos de las "vías urinarias" , carteles de fútbol de la República a todo tipo de objetos , mientras el bueno de José Mari sirve igual la caña de lomo que enseña un documento de valor , en una mezcla de olor a antiguo y añejo. De allí a la calle Veedor, donde Paco Chicón tiene dos bares, uno nuevo con tapas de diseño y otro antiguo con chacinas de la sierra y quesos emborraos. Ni que decir tiene que la clientela más señera y sabedora se va a este último. La plaza Mina es uno de los centros neurálgicos para el mañaneo del domingo, a la sombra de los árboles y de la casa de Falla. Justo en la calle Zorrilla hay varios bares que sirven para repostar a toda la fauna de cruzcampistas que, jarra en mano, continúan la obra del botellón de la noche anterior en la sufrida y recoleta plaza , hoy solar de cervezas y otras dipsomanías. Si uno se aburre del olor a jugo de cebada, puede dar una escapada al Museo de Bellas Artes, tanto para ver los dos sarcófagos fenicios como los Zurbaranes de la Cartuja de Jerez o los Desposorios de Santa Catalina de Murillo, el cuadro que le costó la vida al famoso pintor sevillano. Justo al lado está el café del Tinte, donde iba Carmen Martín Gaite en Nubosidad variable.

La mañana puede seguir con un helado en el Salón Italiano de la calle Ancha y un café en la misma calle, en el Chamara, regentado por un afable sirio por mal nombre Osama pero que dispensa unos dulces de categoría, solo comparables con los de Casa Hidalgo, en la Catedral, donde comenzó el paseo Se puede optar también por la plaza de San Francisco , donde sirven buen café junto a la casa en la que vivió el ilustre prócer ecuatoriano Mejía Lequerica , cerca de donde vivió Lord Byron y de la casa de Frasquita Larrea, madre de Fernán Caballero, que le prohibió la entrada a su tertulia al famoso aristócrata y escritor inglés porque no iba vestido de manera adecuada.Quizás de ahí provenga su frase sobre la ciudad: "donde las criadas parecen damas y las damas reinas". Parece que el hombre no tenía mal perder. Y aunque a usted no le gusten ni los vasos ni los libros, un paseo por Cádiz siempre anima los sentidos.

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Bar Terraza. Papas aliñás y pescado de la Bahía. Plaza de la Catedral. Déjese aconsejar siempre por el dueño.

Taberna de Veedor. Chacinas de la sierra.Vino de Chiclana. Tertulias capillitas.Galería comercial de San Antonio Abad.Nueva artesanía de gente joven y con buen gusto.Buenos precios.

Rincón de José Mari. Santa Inés esquina a calle de la Torre. Antigüedades, tapas y conversación.

El Malagueño. Por pocos euros se pueden probar desde los chicharrones especiales de Chiclana a los boquerones en vinagre. Calle del Mesón. Si Antonio, el dueño, está de humor, que haga de guía por el barrio.

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