Necrológica:

Jonathan Gili, cineasta inglés de origen catalán

Traté de pasada a Jonathan Gili en el Oxford de mitad de los años setenta, aunque no por su actividad cinematográfica, que entonces ya había dado los primeros frutos, sino por ser amigo de Lucinda Lambton e hijo de Joan Gili, el fundador de la hoy legendaria librería editorial The Dolphin Book. Jonathan había nacido en Oxford durante la II Guerra Mundial (exactamente en 1943), al haberse allí refugiado sus padres de los bombardeos alemanes sobre Londres, el terrible blitz.

Joan, hijo y pariente de grandes editores catalanes, se había instalado en Londres en 1934, abriendo con el ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Traté de pasada a Jonathan Gili en el Oxford de mitad de los años setenta, aunque no por su actividad cinematográfica, que entonces ya había dado los primeros frutos, sino por ser amigo de Lucinda Lambton e hijo de Joan Gili, el fundador de la hoy legendaria librería editorial The Dolphin Book. Jonathan había nacido en Oxford durante la II Guerra Mundial (exactamente en 1943), al haberse allí refugiado sus padres de los bombardeos alemanes sobre Londres, el terrible blitz.

Joan, hijo y pariente de grandes editores catalanes, se había instalado en Londres en 1934, abriendo con el escritor Henry Warren esa firma librera pronto especializada en libros hispánicos. Casado con Elizabeth McPherson, y recién nacido Jonathan, Joan Gili decidió trasladar definitivamente su negocio a Oxford, donde en su hermosa y acogedora casa llena de libros empezaron a desplegar una generosa vida social, recibiendo entre otros a Luis Cernuda, de quien Joan fue amigo, editor y cotraductor junto a Spender.

Recuerdo haber conocido al matrimonio Gili gracias a otra pareja del exilio republicano, Jacinta Castillejo y su marido, Rafael Martínez Nadal, íntimo y providencial amigo de Federico García Lorca, gran lorquista y también cernudiano. Martínez Nadal, en la dedicatoria del primero de sus tres tomos de Autógrafos de Lorca, publicados primorosamente a partir de 1975 por The Dolphin Book, habla de su querido editor como persona "a quien tanto deben las letras castellanas y catalanas en la Gran Bretaña". Joan murió, a los 91 años, en 1998, pero aún vive su viuda, Elizabeth.

Criado en ese ambiente, Jonathan Francesc (los Gili pusieron a sus tres hijos nombres anglo-catalanes) también heredó el gusto por los libros, la edición como arte y el coleccionismo, aunque la mayor pasión de su vida fue el cine.

Crítico combativo y ferviente en sus gustos (se ha recordado ahora en Inglaterra, al morir, el número de la revista oxoniense Isis que, siendo estudiante en esa universidad, Jonathan consiguió dedicar íntegramente a una película que adoraba, El sirviente, de Losey), dejó en un segundo plano, a la primera ocasión, sus actividades editoriales para dedicarse al cine.

Su primer trabajo de director fue Incident (1971), una curiosa película experimental producida por el British Film Institute e interpretada por Stephen Frears, otro realizador procedente de la televisión para quien Gili trabajaría como ayudante de montaje en su debut cinematográfico Detective sin licencia (Gumshoe).

El talento de Jonathan Gili se plasmó en los documentales, que solía escribir, dirigir y montar él mismo. En una Gran Bretaña de tan larga y fecunda tradición de documentalismo de cine, Gili destacó muy pronto y alcanzó notoriedad y premios en su país, quedando su difusión más limitada fuera de él por el hecho de haber trabajado sobre todo en televisión.

Conozco una parte pequeña de su inmensa filmografía, pero he recordado en estos días siguientes a su muerte la deliciosa serie de mediometrajes sobre curiosidades excéntricas que realizó a mitad de los ochenta en colaboración con otra inolvidable conocida de aquel Oxford, la escritora y gran anfitriona de la bohemia Lucinda Lambton, que solía dar divertidísimas cenas en la cocina de una casa atiborrada de cachivaches (a Lucinda le fascinaban los retretes, sobre cuya historia y diseño escribió un libro excelente, mientras que Jonathan prefería almacenar objetos más efímeros y portátiles, como envoltorios de caramelos, muñecas y cajas de cerillas). Otro de los documentales de Gili (que nunca vi) es Fire in the blood (Fuego en la sangre, 1992), una exploración de España de la mano de Ian Gibson.

¿Se recordará, aunque póstumamente, en nuestro país a este hombre de cine vinculado no sólo por la sangre a él? Las filmotecas están para ese tipo de rescate, pero sería aún mejor que TVE, ahora que está dejando de ser marciana, mostrara en la tierra de sus antepasados la obra de tan original creador.

Archivado En