Tribuna:

Sobre Izquierda Unida

Los decepcionantes resultados obtenidos por IU en las pasadas legislativas, en las que ha venido a perder casi la mitad de su grupo parlamentario (de nueve escaños a cinco), y ha sufrido una merma casi general de apoyos en un contexto de recuperación de la participación electoral y de movilización de buena parte de los abstencionistas de izquierda, que se quedaron en casa en marzo de 2000, ha vuelto a plantear en términos agónicos el problema del futuro de la izquierda que se sitúa a la izquierda de la socialdemocracia. La situación es percibida como tan mala que no han faltado voces que augur...

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Los decepcionantes resultados obtenidos por IU en las pasadas legislativas, en las que ha venido a perder casi la mitad de su grupo parlamentario (de nueve escaños a cinco), y ha sufrido una merma casi general de apoyos en un contexto de recuperación de la participación electoral y de movilización de buena parte de los abstencionistas de izquierda, que se quedaron en casa en marzo de 2000, ha vuelto a plantear en términos agónicos el problema del futuro de la izquierda que se sitúa a la izquierda de la socialdemocracia. La situación es percibida como tan mala que no han faltado voces que auguran su desaparición como fuerza política significativa y que predicen su próxima desaparición de las instituciones parlamentarias. Es evidente que algo se está haciendo mal cuando se considera que en once años se ha pasado de algo mas de dos millones y cuarto de votos a un poco menos de un millón cuatrocientos mil, y en nueve años se ha pasado de obtener el apoyo de algo más del ocho por ciento de los electores censados (el 8,16) a menos de la mitad (el 3,93).

El argumento de la desaparición por evaporación del propio espacio político no me parece adecuado. Me parece innegable que en nuestra sociedad existe un espacio político a la izquierda de la socialdemocracia, como sucede en otras sociedades europeas. De hecho si exceptuamos las islas británicas, Austria y el Benelux, en toda la UE de 15 hay formaciones semejantes a IU, por no decir hermanas. Y resulta significativo señalar que cuanto más hacia el rosa se produce el corrimiento de la socialdemocracia mayor es el espacio que queda a su izquierda. Véase sino el caso alemán. Es más, si algo indican las tablas de autoubicación política que figuran en los sondeos periódicos de mayor seriedad, es que existe un grupo notable de electores que se sitúan precisamente en esa posición. Una izquierda a la izquierda del PSOE tiene sitio, puede que no sea muy grande, pero lo tiene. Cuando, con dos excepciones, que coinciden con comicios de participación menor de la media, el PC primero e IU después se han movido entre el cuatro y algo más de ocho por ciento del censo electoral, decir que ese espacio no existe, o no es suficiente para sustentar un fuerza de izquierda me parece cuanto menos aventurado.

Pero, claro, que exista el destinatario no sirve de nada si no hay mensajero ni mensaje. Y me parece que es aquí donde se sitúa el problema. Con un punto de partida estimable (el 7,25 por ciento del censo) el PCE no empezó mal. No está de más recordar que aun contando con una ley electoral sumamente desfavorable el proyecto de socialismo democrático (el llamado eurocomunismo) llegó a tener 23 diputados. El PCE cayó bajo mínimos (llegó a no tener grupo parlamentario) porque se autodestruyó como proyecto y como organización merced a sus querellas internas. IU nació de la reflexión según la cual la izquierda estaba condenada a la pluralidad y que una opción de izquierda debía ser pluralista, abierta y no estar monopolizada por nadie. La combinación entre un proyecto radical-democrático y una organización pluralista funcionó: en diez años se pasó del 2,68 al 8,16 del censo. Luego ha venido la debacle.

El desastre tiene, me parece, tres causas diferentes: en primer lugar la resurrección de las querellas internas, conflictos que se agudizan conforme la implantación y los resultados se reducen, y que generan una espiral de descrédito; en segundo lugar la involución organizativa: IU ha dejado progresivamente de ser una organización pluralista que crece merced a la diversificación de su organización y su oferta política, de ser una organización arco iris, para pasar a ser otra cada vez menos plural organizativa y políticamente, cada vez más reducida al eje que proporciona un PCE, a su vez dividido, de algo cada vez más parecido a una alianza estable de la franja radical de una izquierda plural a algo que cada vez se parece más a un PCE vestido de lagarterana. Algo muy poco atractivo, obviamente. La tercera causa es de proyecto: desde al menos 1991 está claro que alguna clase de comunismo puede que tenga futuro, pero que el marxismo-leninismo no lo tiene. Yo no creo que todos los marxismos hayan caducado, pero sí creo que esa versión sí lo ha hecho, y que procede sacar las consecuencias. Una izquierda a la izquierda requiere de un proyecto distinto al tradicional.

Entre nosotros me parece que tenemos hecha al respecto la prueba del nueve: mientras que la mayoría de las organizaciones de IU han seguido bajando por la pendiente de la decadencia la regla tiene una excepción: aquella que ha sabido mantener bajo control los problemas internos, ha mantenido una mayor pluralidad (y una menor presencia comunista clásica) y ha adoptado un proyecto político diferente: Iniciativa. Si se desea ser pragmático, números cantan: IC es la única formación de IU que crece, y lo hace de tal modo que mientras en el 2000 suponía algo más del ocho por ciento del patrimonio electoral de IU, en el 2004 pasa del dieciocho. Personalmente tengo muchas reservas sobre lo que ha venido en llamarse el ecosocialismo, pero esas reservas no me impiden reconocer que el modelo catalán muestra que sigue habiendo un camino a la izquierda. Que se sepa recorrer es otra cosa, pero sería bueno para todos que el conjunto de IU lo recorriera: la democracia sería menos dinámica y más pobre si ello no sucede.

Manuel Martínez Sospedra es profesor de Derecho de la Universidad Cardenal Herrera-CEU.

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