Crítica:FESTIVAL DE ALICANTE

Histórico

Los conciertos históricos se cuentan con los dedos de una mano. Por eso lo son. Por eso y porque marcan una época que es distinta después de ellos. Pues bien, para la música española, el concierto del miércoles en el Festival de Alicante fue histórico al mostrar toda junta la obra para cuarteto de cuerda de uno de los mejores compositores de la actualidad -y no sólo en España-: el madrileño Jesús Rueda (1961). La pasada temporada se dieron en Madrid sus dos sinfonías y este modesto crítico trató de transmitir a sus lectores su entusiasmo. Ahora, el entusiasmo se redobla, como la intención de c...

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Los conciertos históricos se cuentan con los dedos de una mano. Por eso lo son. Por eso y porque marcan una época que es distinta después de ellos. Pues bien, para la música española, el concierto del miércoles en el Festival de Alicante fue histórico al mostrar toda junta la obra para cuarteto de cuerda de uno de los mejores compositores de la actualidad -y no sólo en España-: el madrileño Jesús Rueda (1961). La pasada temporada se dieron en Madrid sus dos sinfonías y este modesto crítico trató de transmitir a sus lectores su entusiasmo. Ahora, el entusiasmo se redobla, como la intención de contagiarlo. No queda más que esperar a que este programa se repita en más sitios y a que los discos lo hagan llegar a todas partes. Aquí está nuestro compositor del siglo XXI.

Cuarteto Arditti

Ananda Sukarlan, piano. Antonio García Araque, contrabajo. Obras de Jesús Rueda. Teatro Arniches, 29 de septiembre.

El recorrido por la música que Rueda ha escrito para cuarteto -con añadido de piano o contrabajo en un par de obras- es apasionante y profundamente agradecido. Es difícil hallar un creador tan decidido a darse y que deje tan inteligentemente dispuestas las pistas para encontrarle. Desde Bitácora -casi una historia, un anhelo por decirlo todo- hasta ese asombroso Cuarteto III, estrenado en este concierto, una obra maestra de la música de nuestro tiempo en la que el dominio de la escritura y su traducción emocional son los propios, ni más ni menos, de un creador dueño absoluto de sus recursos. A su lado, la energía del Cuarteto I, lleno de libertad y arrojo, reencontrada en Jardín mecánico o la apelación al último Beethoven del Cuarteto II. Y es que en Rueda hay mucha música, de Bach a Jimi Hendrix, de la Viena de entresiglos a Francisco Guerrero, su maestro.

Lo del Cuarteto Arditti fue, como siempre en ellos, una lección de ilusión, de entrega y de virtuosismo. No se puede servir mejor a una música -también lo hicieron, y muy bien, Ananda Sukarlan y Antonio García Araque- que, como ésta, es, además, extraordinariamente difícil de tocar. El estreno salió de sus dedos como si la llevaran toda la vida en su repertorio. Inolvidable.

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