Columna

Ciscos

El PP, tanto a nivel del Estado como de comunidades autónomas, está atravesando un mal momento. Su falta de dirección, de organización y de un proyecto político, unidos al hecho de que cada uno ande tras sus intereses, lo está haciendo ciscos. Unos ciscos que no van a servir ni para un pobre brasero de mesa camilla. Ejemplos: Galicia y Almería dan una idea. Una cuestión que no tendría mayor importancia si no fuera porque es el grupo político que ha gobernado a nivel del Estado y aspira a gobernar en esta comunidad. Unos deseos y unas aspiraciones que no son reales si el partido no es capaz de ...

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El PP, tanto a nivel del Estado como de comunidades autónomas, está atravesando un mal momento. Su falta de dirección, de organización y de un proyecto político, unidos al hecho de que cada uno ande tras sus intereses, lo está haciendo ciscos. Unos ciscos que no van a servir ni para un pobre brasero de mesa camilla. Ejemplos: Galicia y Almería dan una idea. Una cuestión que no tendría mayor importancia si no fuera porque es el grupo político que ha gobernado a nivel del Estado y aspira a gobernar en esta comunidad. Unos deseos y unas aspiraciones que no son reales si el partido no es capaz de cerrar sus crisis internas. Un cierre que no es posible cuando todavía algunos sueñan y añoran al profesor de Georgetown, a pesar de que está dando la vuelta al mundo ciscándose en la Historia de España. Menos aún cuando pasan estas cosas y, en lugar de reconocerlas, se dice que la responsabilidad es extraña. Se responsabiliza a la "crisis mundial y europea". Es lo que ha dicho don Manuel en Galicia.

Decir esto es no querer ver que ni la Historia de España es la que se cuenta en Geogertown, ni la responsabilidad de uno la tiene el vecino. Así es difícil. Tan difícil como dar respuesta a los problemas que provocamos, pensando que los ha generado otro. Y lo peor de todo: que este comportamiento pueda reflejarse y se pase a un individualismo que dificulte la acción de gobierno e impida una oposición eficaz.

Una situación que trae a la memoria las protestas de los trabajadores de astilleros y pueden justificar cualquier exceso que se haya dado. La razón: que los trabajadores observan que no se tienen claras las soluciones ni las responsabilidades, y hay que morir porque así lo manda el mundo mundial. En fin, que no es normal que se encargue un buque a Puerto Real y la señora Martínez, como si recordara Botón de ancla, salte por peteneras y lo quiera en Ferrol. Este problema trasciende la comunidad y se enmarca en el Estado. Este problema exige una respuesta acorde con estos ámbitos. De otra forma, se dificulta la solución y las protestas se multiplicarán. Esperemos que la cordura se asiente en el PP, con A, con G o sin ellas, se olvide de su profesor y del mundo mundial, para trabajar con la intención de ayudar a salvar una industria y no de ser original.

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