XIII BIENAL DE FLAMENCO

La evasión llegó al Centro Penitenciario de Sevilla de la mano del arte de 'Así baila Morón'

En el patio de butacas para el espectáculo Así baila Morón, que se representó ayer en Sevilla dentro de la Bienal de Flamenco, había tres zonas. Hasta ahí, lo habitual en cualquier teatro. Lo que ya no lo era tanto es lo que ponía en los cartelitos: Zona 1: Mujeres y parejas. Zona 2: Preventivos y Zona 3: Cumplimiento. Los espectadores, unos 1.100, no tuvieron que pagar la entrada, pero tampoco podían cambiar su localidad. Los acomodadores, aunque amables, no estaban dispuestos a indicarles dónde quedaba el bar más cercano para salir a tomar un refrigerio tras el espectáculo.

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En el patio de butacas para el espectáculo Así baila Morón, que se representó ayer en Sevilla dentro de la Bienal de Flamenco, había tres zonas. Hasta ahí, lo habitual en cualquier teatro. Lo que ya no lo era tanto es lo que ponía en los cartelitos: Zona 1: Mujeres y parejas. Zona 2: Preventivos y Zona 3: Cumplimiento. Los espectadores, unos 1.100, no tuvieron que pagar la entrada, pero tampoco podían cambiar su localidad. Los acomodadores, aunque amables, no estaban dispuestos a indicarles dónde quedaba el bar más cercano para salir a tomar un refrigerio tras el espectáculo.

Y es que Así baila Morón se ofrecía dentro de la Bienal solidaria, una de las novedades con las que la Bienal ha celebrado sus 25 años y que pretende acercar el flamenco a aquellos que no pueden acercarse a él. El campo de deportes de la Unidad de Cumplimiento del Centro Penitenciario de Sevilla se llenó ayer de abanicos, de labios pintados, vestidos ceñidos y cadenas de oro. Prácticamente todos los reclusos, hombres y mujeres, asistieron al concierto que estuvo precedido por la actuación de una veintena de presos que asiste al taller de flamenco que se imparte en la prisión.

Pese al calor -el espectáculo comenzó a las cinco de la tarde-, todos estuvieron "sembraos", como dijo alguien, tanto los del escenario, como los del patio de butacas. "Mi ilusión es llegar a hacer algo en el cante. He conocido a gente que tiene mano en la calle y me han dado direcciones, para cuando salga", dice Francisco Javier Silva, sevillano de 31 años y uno de los reclusos que subió ayer al escenario. "Nosotros somos 10 hermanos y todos cantamos. Yo me inspiro en Rocío y estoy componiendo cosas para ella. Nos conocimos fuera, pero entonces lo dejamos y ahora nos hemos vuelto a encontrar aquí dentro. Me quedan tres años y medio, pero creo que el año que viene me darán el tercer grado", dice El Silva, nombre artístico con el que ya había actuado como aficionado.

Horacio Martínez, primo de El Silva, tiene 28 años y cuando le pregunta de dónde es dice: "de Sevilla, bueno de las Tres Mil". Lleva 10 meses en preventivos y ha asistido al taller para perfeccionar su baile, sin embargo, le jalearon tanto en el patio de butacas que le dio corte y no salió.

"El gitano que es gitano, sabe cantar", sentencia José Vilches, 25 años, de los cuales ha pasado uno en la prisión. "Ha salido todo muy bien, estoy contento. Yo creo que algo nos tendrían que dar. Con un día libre me conformaría", comenta José. "Nos sirve para evadirnos un poco de todo esto. El flamenco nos ha hecho sentir un poquito libres", dice María Luisa, gaditana de 29 años.

Carmen, madrileña de 51 años, forma parte del taller de música y copla que subirá hoy al mismo escenario. "El cantaor me ha llegao al alma, porque yo siento mucho el cante", afirma.

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El espectáculo en el que actuará Carmen es nada menos que la fiesta de la Merced en la que, como cada año desde 1991, un buen número de artistas actúan gratuitamente para los reclusos y la patrocinan entidades como El Monte y el Ayuntamiento de Sevilla. El programa incluye a Los Morancos -habituales en esta fiesta-, Lole, Marchena, Manuel Lombo y La Madre que los Parió.

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