Crónica:FÚTBOL | Primera jornada de la Liga de Campeones

El Bayer retrata al Madrid

Los alemanes golean al equipo de Camacho, frágil, desordenado, sumido en el caos de principio a fin

Rezaban los jugadores y el cuerpo técnico del Real Madrid, anteayer, que todos los horrores que se anunciaban eran exagerados. "El equipo ha ganado sus cuatro partidos oficiales", repetían. Ayer perdieron. Perdieron jugando tal mal como lo habían hecho en los cuatro partidos anteriores. Cayeron ante el Bayer, un equipo sin estridencias, en la primera salida de la Liga de Campeones. Fueron humillados de tal manera que no hay por donde encontrar excusas. El horizonte del Madrid se oscurece.

El novedoso Samuel, que reapareció ayer, lo miraba todo con la cara extrañada de esos hombres que s...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Rezaban los jugadores y el cuerpo técnico del Real Madrid, anteayer, que todos los horrores que se anunciaban eran exagerados. "El equipo ha ganado sus cuatro partidos oficiales", repetían. Ayer perdieron. Perdieron jugando tal mal como lo habían hecho en los cuatro partidos anteriores. Cayeron ante el Bayer, un equipo sin estridencias, en la primera salida de la Liga de Campeones. Fueron humillados de tal manera que no hay por donde encontrar excusas. El horizonte del Madrid se oscurece.

El novedoso Samuel, que reapareció ayer, lo miraba todo con la cara extrañada de esos hombres que salen del pueblo y llegan a la metrópoli para descubrir tantas cosas extravagantes como innecesarias y peligrosas. Samuel nació en Firmat, una localidad de la pampa argentina que vive de las cosechas de cereales. Su viaje a Leverkusen para jugar en ese estadio de formato inglés, público caliente y nubes con olor a salchicha, debió tener dosis alucinatorias a juzgar por la cara con que presenció el partido. El central del Madrid fue el ojo del huracán, perplejo pero sereno, en medio de una nube de futbolistas descuadrados, gente que iba y no volvía, compañeros que cumplían funciones para las que no estaban preparados, que se recriminaban unos a otros, que no encontraban la salida. En la banda, haciendo ademanes arrebatados con brazos, piernas y cabeza, el entrenador, José Antonio Camacho, seguía gritando en su particular viaje de trepidaciones y de disgustos. El Madrid jugó en Leverkusen con un cartelito de visitante que no se pudo quitar de la frente. El Bayer lo apretó desde el arranque con un despliegue de precisión, grandes dosis de entrega y llegadas masivas a la portería de Casillas. El equipo de Klaus Augenthaler se aplicó en desmostrarle a su público que la noche de Glasgow de mayo de 2002 bien pudo ser el campeón de Europa. La gente animó con pasión el gesto de orgullo y, según se calentó el ambiente, el Bayer se lanzó a una carga cada vez más desprejuiciada.

B. LEVERKUSEN 3 - REAL MADRID 0

Bayer: Butt; Schneider, Juan, Roque Junior, Placente; Freier (Bierofka, m. 83), Ramelow, Ponte (Balitsch, m. 80), Krzynowek; Berbatov y França (Babic, m. 69).

Real Madrid: Casillas; Salgado, Pavón, Samuel, Roberto Carlos; Helguera, Beckham; Figo (Celades, m. 58), Raúl, Zidane (Morientes, m. 46); y Ronaldo (Solari, m. 58).

Goles: 1-0. M. 39. Krzynowek lanza un zurdazo desde fuera del área que da en el palo derecho, rebota en la cabeza de Casillas, y se cuela.

2-0. M. 50. Krzynowek recoge el balón, cede a França al borde del área, y éste, ante Beckham, lanza un disparo que entra por la escuadra. 3-0. M. 55. Centro de França desde la izquierda, Samuel despeja mal y Berbatov empuja.

Árbitro: Graham Poll (Inglaterra). Amonestó a Samuel, Pavón, Balitsch y Raúl.

Unos 22.500 espectadores en el Bay Arena.

Más información

En el plano de operaciones de Augenthaler brillaron muchas tachuelas enemigas: Ronaldo, Figo y Roberto Carlos. Al cabo de la primera media hora del partido, el técnico alemán debió frotarse las manos en el banquillo. Ronaldo quedó atrapado entre Juan y Schneider y Roberto Carlos no pasó el medio campo, preocupado por no dejar sólo a Freier al parecer. Es cierto que Freier no se despegó del lateral brasileño y que atacó cada vez que pudo. Atosigado y sin compañía en la banda, Roberto Carlos no sólo renunció a subir al ataque. Tampoco hizo nada para frenar las combinaciones de Freier cuando apoyó a Ramelow y França en las llegadas del Bayer. Convertida en una autopista la banda izquierda del Madrid, hasta el introvertido Samuel se desató a hacer recriminaciones a su colega brasileño. ¿Qué estaba pasando? En la derecha, el panorama no era menos oscuro. Figo encaraba a Placente pero no se iba. Se cambiaba de banda, pero tampoco desbordaba con claridad. Si lo hacía, Ronaldo estaba muy marcado. Y Raúl, preocupado por hilar el destejido centro del campo, llegaba tarde.

Los jugadores del Madrid parecieron gente ansiosa en busca de soluciones, persiguiendo un brillo salvador. La luz no se les encendió y cuando miraron a Camacho sólo escucharon imprecaciones en murciano. Las cosas se habían torcido antes del gol de Krynowek y los jugadores se miraron unos a otros y empezaron a echarse en cara los errores. Se reprocharon los fallos propios y ajenos. Que por qué no me la das al pecho, que por qué no me la pasas al pie, que por qué no me relevas, que por qué no me devuelves la pared. Entre tanto desajuste, Beckham fue el más desajustado. Ponte se le anticipó siempre y el inglés siempre supo lo que debía hacer con dos segundos de retraso. Intentó orientarse sin descanso, eso sí. Cada vez que encontró la posición debió alterarla de nuevo. En el medio campo el partido se movía demasiado rápido para él. En el segundo gol del Bayer, el remate de França desde fuera del área, Beckham llega tarde a evitar la segunda jugada.

La solución que propuso Camacho tras el descanso fue poner a Solari a tapar la banda izquierda, en lugar del lesionado Zidane, retirar a Figo y trasladar a Beckham a la derecha, su sitio natural, y meter a Morientes donde estaba Ronaldo, para descolgar los centros. El cambio no tuvo efectos. Con tres goles encima el problema era demasiado grande.

Beckham, Ronaldo y Zidane, por cuya lesión se preocupa el doctor Del Corral, cabizbajos al llegar el descanso.REUTERS

Sobre la firma

Archivado En