OLÍMPICAMENTE | Atenas 2004

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El criterio que siguen las autoridades olímpicas para incluir según qué deportes en el programa oficial es un misterio. Al voley playa, sin ir más lejos, muchos aficionados lo consideran una auténtica horterada, con esos vítores y músicas del público, desplegando una actitud más apropiada para una elección de Miss Camiseta Mojada que para una prueba olímpica fetén. No me molesta que el voley playa sea olímpico, que conste, y he pasado muy buenos ratos deleitándome con los modelitos de gafas y bañadores que llevan los y las atletas o, recientemente, con el espléndido juego de los español...

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El criterio que siguen las autoridades olímpicas para incluir según qué deportes en el programa oficial es un misterio. Al voley playa, sin ir más lejos, muchos aficionados lo consideran una auténtica horterada, con esos vítores y músicas del público, desplegando una actitud más apropiada para una elección de Miss Camiseta Mojada que para una prueba olímpica fetén. No me molesta que el voley playa sea olímpico, que conste, y he pasado muy buenos ratos deleitándome con los modelitos de gafas y bañadores que llevan los y las atletas o, recientemente, con el espléndido juego de los españoles Javier Bosma y Pablo Herrera. Lo que no entiendo es por qué deportes tan centenarios y reconocidos como el rugby siguen marginados de este tipo de macro-acontecimientos y no logran abrirse paso mientras que la montain-bike sí lo consiguen.

Quizá el rugby se considera demasiado violento, con choques que ofenden el espíritu olímpico, aunque no creo, ya que, viendo como el luchador austriaco de taekwondo Caliskan tumbaba a su rival centroafricano Gbongou con una certera patada en la cabeza, no es el contacto físico lo que asusta al COI. Sospecho, pues, que el rugby no es olímpico por culpa de la sana tradición del tercer tiempo. Al final de un partido de rugby, los jugadores que acaban de compartir rivalidad se reúnen en el pub o taberna más cercana para brindar como buenos amigos a la salud de la batalla ganada, perdida o empatada. En este tercer tiempo se profundiza en formas primarias de compañerismo entre adversarios y, en ocasiones, la lucha iniciada en el campo se reaviva en forma de pelea, dando sentido a la conocida y anónima máxima según la cual el rugby es un deporte de gamberros practicado por caballeros. La mayoría de las veces todo transcurre en son de paz y los jugadores se van animando a pedir más rondas y superan con creces los límites de alcohol en la sangre que recomiendan no sólo las autoridades deportivas sino también las de Tráfico. Es, en consecuencia, un deporte con demasiado alcohol para acceder al olimpo. Y es una lástima, porque el rugby es espectacular y fascinante.

Les dejo, pues, con algunas frases relacionadas con el rugby, deseando que, en Pekín, ya sea deporte olímpico: "El deporte permite a los niños hacerse hombres más deprisa y a los hombres seguir siendo niños durante más tiempo" (Jean-Pierre Rives, jugador francés de rugby); "Entre el fútbol y el rugby, técnicamente, la gran diferencia es: en el primero, la pelota es el proyectil; en el segundo, el proyectil es el jugador" (Alfred Crawley, antropólogo inglés), y "Cuando un deporte exige tanta inteligencia superior, tanta entrega, tantas cualidades morales y físicas por parte de quienes lo practican, a la fuerza tiene que ser un deporte de gran importancia humana" (Louis Malle, director de cine).

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