Reportaje:CULTURA Y ESPECTÁCULOS

Alex Rigola entusiasma con un Brecht insólito

Una obra de Bertolt Brecht, 'Santa Juana de los mataderos', con música 'hip-hop' del grupo Black eyed peas y un pinchadiscos. El director del teatro Lliure ha triunfado en la tercera edición del Proyecto de Jóvenes Directores del Festival de Salzburgo.

Se hizo cargo de la dirección del teatro Lliure en marzo de 2003. Alex Rigola (Barcelona, 1969) acaba de obtener anteayer el primer premio del Proyecto de Jóvenes Directores de Escena del Festival de Salzburgo con su puesta en escena de Santa Juana de los Mataderos, de Bertolt Brecht, representada en catalán con subtítulos en alemán por la compañía del Lliure los pasados 11 y 12 de agosto en un espacio céntrico de la ciudad natal de Mozart. El jurado compuesto por Helga Rabl-Stadler (presidenta del Festival de Salzburgo), Thaddaeus Ropac (galerista de arte) y Peter Simonischek (actor te...

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Se hizo cargo de la dirección del teatro Lliure en marzo de 2003. Alex Rigola (Barcelona, 1969) acaba de obtener anteayer el primer premio del Proyecto de Jóvenes Directores de Escena del Festival de Salzburgo con su puesta en escena de Santa Juana de los Mataderos, de Bertolt Brecht, representada en catalán con subtítulos en alemán por la compañía del Lliure los pasados 11 y 12 de agosto en un espacio céntrico de la ciudad natal de Mozart. El jurado compuesto por Helga Rabl-Stadler (presidenta del Festival de Salzburgo), Thaddaeus Ropac (galerista de arte) y Peter Simonischek (actor teatral) se decantó en la recta final por el trabajo de Rigola frente a los de la alemana Christiane Pohle, con una obra de Joanna Laurens y el chileno Luis Ureta sobre un texto de Falk Richter. El premio consiste en 10.000 euros.

"Recurrimos a Brecht porque nos permite hacer una reflexión sobre temas actuales como el egoísmo en tiempo de globalización"

-¿Qué ha destacado el jurado de su trabajo?

-Pues yo creo que, por encima de todo, dos cuestiones: que hiciésemos teatro político sin desprendernos de criterios artísticos y la interrelación entre diferentes disciplinas, desde música hasta danza y proyecciones.

-Un premio emocionante, ¿no?

-Lo más importante es que contribuye a consolidar el prestigio internacional del Lliure y también la confianza que el Festival de Salzburgo, uno de los tres grandes del mundo en el terreno teatral junto a los de Aviñón y Edimburgo, ha depositado en nosotros participando en la coproducción del espectáculo. El premio es un regalo adicional, pero lo que más nos ha emocionado es la reacción positiva del público y la valoración de la mayor parte de la crítica.

-¿Por qué Brecht hoy?

-Recurrimos a Brecht porque nos permite hacer una reflexión sobre temas actuales como el egoísmo humano en estos tiempos de globalización. Hay que estar vigilantes siempre ante los excesos del capitalismo y sus variaciones. La verdad es que hemos sido un poco atrevidos al venir a Salzburgo con esta obra, dada la tradición brechtiana que existe en toda Centroeuropa, y más al hacerla como un oratorio, con una estructura en cierto modo de concierto, sin recurrir para nada a músicas ligadas tradicionalmente a Brecht como las de, por ejemplo, Kurt Weill.

-¿Qué música han utilizado?

-El leitmotiv musical central ha sido la canción ¿Where is the love?, del grupo de hip-hop Black eyed peas, interpretado a lo largo del espectáculo de varias maneras: con cinco actores cantando y el complemento de un pinchadiscos; al viejo estilo de Bob Dylan en otra ocasión, e incluso en un momento jugando con las voces algo retardadas en una especie de homenaje a Christoph Marthaler.

Santa Juan de los Mataderos, en la versión de Alex Rigola, se estrenó recientemente en el Fórum Grec, y antes de su vuelta al teatro Lliure de Barcelona en enero se podrá ver en Málaga, Granada, Sevilla, Madrid y Bilbao.

-¿Qué importancia dan al texto?

-La palabra es muy importante. Respetamos al cien por cien el texto de Brecht, aunque sea recolocado o remodelando alguna situación. Ahora bien, la palabra no es todo, y la complementamos con elementos visuales para hacerla más cercana a la sensibilidad actual.

-¿Cómo se han planteado el trabajo escénico?

-Utilizamos un espacio vacío. El dinero que teníamos para el montaje lo hemos usado para comprar instrumentos musicales como, por ejemplo, una batería o una guitarra eléctrica. Quizá la buena aceptación que ha tenido nuestro espectáculo aquí se deba a ese intento de huir de lo arqueológico, de lo museístico, buscando por encima de todo plantear un diálogo que tenga que ver con los problemas cotidianos del espectador. Es la vieja historia de la actualidad permanente de los textos clásicos.

-¿Tiene alguna escena preferida?

-Pues quizá sí: la proyección de Juana de Arco, de Dreyer, con imágenes superpuestas de Coca-Cola, Lewis, MacDonnal o El Corte Inglés, como si fuesen las marcas comerciales las que llevasen a la hoguera a Juana.

-¿Les ha afectado la presión del entorno?

-Pues curiosamente no de una forma excesiva. Sería distinto si viniésemos otra vez, pero en esta ocasión no teníamos nada que perder y traíamos la obra muy ensayada desde Barcelona (a esto añade el actor y músico Eugeni Roig, presente también en la conversación: "Nunca he tenido la sensación de estar trabajando, pues existe una complicidad muy grande entre todo el equipo)".

-¿Existe un Lliure antes y otro después de Alex Rigola?

-Seguramente sí, como existirá otro cuando me sustituyan. Hay un recambio generacional, con una nueva oleada de actores. Además estamos en un proceso de transformación desde que el Lliure dejó de ser una compañía y se convirtió en un teatro público con tres salas a administrar. Últimamente han aumentado el número de espectadores y los ingresos en taquilla. Incluso creo que estamos consiguiendo recuperar el carácter de compañía emblemática fuera de Cataluña. El premio de Salzburgo ha sido, en ese sentido, muy importante, y se une a los éxitos con Julio César de Shakespeare en Roma, Palermo, Caracas o San Petersburgo.

Bertolt Brecht ha llegado en el momento oportuno para Rigola tras sus lecturas escénicas de David Mamet, las canciones de amor y droga con Albert Pla y, por supuesto, ese Julio César en gira permanente, como un fetiche que trae buena suerte.

Santa Juana de los mataderos, en la versión que el teatro Lliure representó en Salzburgo.

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