Tinto de verano

Sarandonga

Yo me alegro mucho de que en España no haya venta libre de armas. Porque yo estoy muy venada. Si yo (un suponer) viviera en el Estado de Virginia, yo en mi casa tendría un arsenal. Para autodefensa de mi integridad. En principio; luego ya te animas, te animas, y te lías a tiros con el primero que pase. A mi santo le alegra mucho que no vivamos en el Estado de Virginia, porque dice que yo soy como uno de esos perros guardianes que acaban devorando al amo en su propio domicilio. Hijo mío, le digo, qué metáfora. Se lo tuve que contar a la psicoterapeuta por teléfono, porque claro, en agosto, yo m...

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Yo me alegro mucho de que en España no haya venta libre de armas. Porque yo estoy muy venada. Si yo (un suponer) viviera en el Estado de Virginia, yo en mi casa tendría un arsenal. Para autodefensa de mi integridad. En principio; luego ya te animas, te animas, y te lías a tiros con el primero que pase. A mi santo le alegra mucho que no vivamos en el Estado de Virginia, porque dice que yo soy como uno de esos perros guardianes que acaban devorando al amo en su propio domicilio. Hijo mío, le digo, qué metáfora. Se lo tuve que contar a la psicoterapeuta por teléfono, porque claro, en agosto, yo me vengo al pueblo y ella está en Roquetas. Menos mal que a los pacientes preferenciales la pobre nos atiende por el móvil. A veces, hasta la saco del agua y todo. Yo la digo, hija, qué fatiga me da que para unos días que tienes estarte dando la brasa. La pobre me cobra la tarifa de siempre, que lo que yo digo, el doble tendría que cobrar porque no hay derecho a que las criaturas la estemos molestando hasta en vacaciones con nuestras problemáticas. Hay veces que hasta oigo la música del chiringuito de Roquetas. El otro día, hablando con ella precisamente de la metáfora tan desafortunada de mi santo (no la critico literariamente, sino humanamente), se oía Sarandonga, el tema con el que Lolita Flores cosechó el pasado verano no pocos éxitos. Mi psicóloga me dijo que en dicha metáfora está implícito el reparto de roles que hace mi santo, inconscientemente, en nuestro matrimonio: él es el amo, y yo, la perra. Me pareció superfuerte ese reparto de roles inconsciente. Se lo dije a mi santo y él me dijo: esa tía es una gilipollas. Hay veces que se parece a Coto Matamoros, de verdad. Se pone superfaltón. Es muy arcaico, dice que eso de pasar consulta por teléfono es un engañabobos (esto no es una metáfora, esto lo dice para herir). Pero a mí me da igual porque me sienta superbién, es medicina integral. Ahora me está poniendo las ventosas de los vasos chinos (eso que se está haciendo Gwyneth Paltrow), esas que te dejan marcas brutales, para que encuentre el equilibrio. Y me estoy quedando como Gwyneth. A nivel interior. Tampoco las ventosas chinas hacen milagros. Yo le digo a mi santo: tú, ríete, pero gracias a la terapia, las ventosas, el orfidal y las hormonas sustitutivas soy una persona superequilibrada. Aunque ya digo, a veces me reboto brutalmente. La otra tarde salgo a la calle principal del pueblo a cargarle a los niños los móviles en el cajero (¡planazo!) porque para que esos miserables te llamen antes tienes que pasar por caja, cuando alguien me pone una cosa dura a la altura de los riñones y me dice: "manos arriba". Conste que reconocí la voz, pero me hizo tan poca gracia la bromita que me volví y le solté tal hostia a Evelio (ese albañil que nos abrió una zanja hace tres años y la zanja ya tiene musgo), que el hombre se echó la mano a la boca y dijo: a tomar por culo la ortodoncia. Y ahora dice que se la tengo que pagar. Sí, hombre, encima.

ENRIQUE FLORES

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