Columna

Espejismo tropical

El partido de los socialistas valencianos encara en los próximos días su décimo congreso con una situación interna que se presta a más de una lectura. Cierto es que el cónclave que se celebra en Castellón estará marcado por la tranquilidad, lejos de la tormentosa situación vivida en los últimos años de dura travesía del desierto plagada de luchas fraticidas. Ahora reina la paz interna, pero no es menos obvio que esa travesía no ha terminado, que los socialistas valencianos siguen en el desierto de la oposición y que se enfrentan al peligro de convertir la llegada al Gobierno de José Luis Rodrí...

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El partido de los socialistas valencianos encara en los próximos días su décimo congreso con una situación interna que se presta a más de una lectura. Cierto es que el cónclave que se celebra en Castellón estará marcado por la tranquilidad, lejos de la tormentosa situación vivida en los últimos años de dura travesía del desierto plagada de luchas fraticidas. Ahora reina la paz interna, pero no es menos obvio que esa travesía no ha terminado, que los socialistas valencianos siguen en el desierto de la oposición y que se enfrentan al peligro de convertir la llegada al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero en un espejismo de su carrera electoral.

El secretario general del PSPV, Joan Ignasi Pla, ha aprobado la primera asignatura como líder de la oposición y ha sido capaz de dotar a su partido de una estabilidad interna que es absolutamente necesaria para poder ofrecer unas mínimas garantías de solvencia ante los ciudadanos. Pla ha acabado con las batallitas, aunque a veces haya sido a costa de pactar con tirios y troyanos, en un juego de equilibrios interno en el que se ha dejado en el camino algunos compañeros de viaje con menos poder orgánico pero con mayor capacidad política. En este congreso se le presenta la oportunidad de renovar la dirección de su partido para la verdadera batalla que le queda por delante a lo largo de los próximos tres años.

Y es que el resultado de las elecciones europeas, estancamiento en lo que atañe al PSPV, debería ser un baño de realidad lo suficientemente intenso como para diluir ese peligroso espejismo tropical, según el cual al triunfo de Rodríguez Zapatero, seguiría de modo natural la victoria de Pla. Porque, a pesar de que parecía que el PP no se había repuesto del fracaso en los comicios de marzo, la realidad es que supo retener su sólida base electoral, mientras el PSPV-PSOE fue incapaz de aprovechar la llegada al Gobierno de Rodríguez Zapatero para mejorar sus resultados.

Por su parte Francisco Camps está demostrando tener mucha más cintura política que las que propios y extraños le habían pronosticado. Camps ha heredado una Generalitat endeudada hasta las cejas, que le quita una parte importante de la ya escasa capacidad de gestión de su Gobierno, más afanado en la batalla interna con los zaplanistas, que en solucionar los problemas reales de los ciudadanos. Y sin embargo, está asentando su figura política de presidente sobre la base de desarrollar un discurso opositor ante Madrid, que le permite jugar a un rentable victimismo.

La importancia de este congreso para Pla y para el PSPV-PSOE reside precisamente en propiciar una renovación que haga efectivo su papel opositor frente al Consell de Camps, que sea capaz desvelar que ese traje nuevo con el cual el presidente valenciano se presenta ante sus ciudadanos no es más que humo y que su Gobierno es un gobierno desnudo.

A partir de este congreso, Joan Ignasi Pla va a tener las manos libres en el PSPV para conformar su último equipo en la oposición, porque o pone ahora toda la carne en el asador y prescindiendo de desconfianzas y de equilibrios internos, orilla a los mediocres y se rodea de los mejores para llegar a la Generalitat en mayo del 2007, o desde luego, puede estar seguro de que no va a tener otra oportunidad.

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