Crítica:JAZZ | Vitoria

Pirotecnia vocal

Podía haber sido una noche dedicada a magnificar el jazz vocal en todas sus extensiones. Y podía haber sido muchas otras cosas porque los ingredientes, magníficos, estaban sobre la mesa. Pero esta vez los hados de la música no velaban por el Festival de Jazz de Vitoria y todo quedó en una velada circense. Eso sí: con fuegos de artificio y constantes piruetas vocales del más-difícil-todavía.

En la noche del viernes coincidían en el cartel Bobby McFerrin y Take 6, el maestro y los discípulos aventajados del malabarismo vocal. Todo era posible pero, al final, las expectativas se quedaron e...

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Podía haber sido una noche dedicada a magnificar el jazz vocal en todas sus extensiones. Y podía haber sido muchas otras cosas porque los ingredientes, magníficos, estaban sobre la mesa. Pero esta vez los hados de la música no velaban por el Festival de Jazz de Vitoria y todo quedó en una velada circense. Eso sí: con fuegos de artificio y constantes piruetas vocales del más-difícil-todavía.

En la noche del viernes coincidían en el cartel Bobby McFerrin y Take 6, el maestro y los discípulos aventajados del malabarismo vocal. Todo era posible pero, al final, las expectativas se quedaron en eso. Uno y otros se perdieron jugando con su virtuosismo vocal hilvanando sendas actuaciones de gran apariencia pero escaso contenido musical. Por suerte, mientras el sexteto vocal concluía su actuación, en una de las salas del hotel Canciller Ayala la pianista japonesa Hiromi le devolvía al Festival de Jazz toda su entidad musical con una actuación difícil de olvidar a pesar de un entorno poco apropiado.

Bobby McFerrin / Take 6 / Hiromi

Polideportivo Mendizorrotza y Canciller Ayala. 16 de julio.

Hiromi salvó la velada, pero volvamos al teórico plato fuerte. Bobby McFerrin abrió fuego repitiendo todos, absolutamente todos, sus tics. Sus fascinantes capacidades vocales sorprendieron una vez más a todos los asistentes pero sin llegar a romper una constante sensación de déjà vu, como si McFerrin se imitara a sí mismo consciente de que eso precisamente es lo que espera su auditorio.

Como suele hacer en los últimos tiempos, invitó a un coro local a compartir parte de su actuación, pero aquí le falló la compañía. El coro Kantilena se mostró muy rígido y poco maleable. Todo quedó en una anécdota simpática.

Tras McFerrin, Take 6 ocuparon el escenario con un show tan desigual como aburrido. Sus voces son soberbias y cuando se centran en espirituales negros de gran calado la cosa puede alcanzar cotas altísimas, pero a Vitoria trajeron una propuesta cargada de edulcorantes baratos y gratuitos alardes vocales. Un concierto para el olvido.

La actuación de la diminuta pianista japonesa fue exactamente el contrario a la de sus populares colegas. En formación de trío, Hiromi Uehara destiló una energía contagiosa y una capacidad sorprendente para explorar las sensaciones más antagónicas. Su jazz es fresco y aventurero, su técnica pianística sencillamente desbordante aunque nunca utilizada de forma gratuita y sus composiciones emanan una vitalidad gratificante. Su actuación fue una pequeña maravilla capaz de reconciliar a cualquier descreído con el presente y futuro del jazz.

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