Columna

Partidos

La vida interna de los partidos, la realidad pura y dura de cómo se construyen los liderazgos, las clientelas, las coaliciones, el reparto dentro y la promoción de personal político para ocupar los puestos en los organigramas del poder público, los premios de consolación en consorcios participados por el poder público o los menesteres oficiosamente adosados a los cargos oficiales están muy mal estudiados entre nosotros. Ni siquiera el seguimiento exhaustivo del rosario de conflictos que acompañan a la vida interna de los partidos es un acicate para que en nuestras Universidades y entre nuestro...

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La vida interna de los partidos, la realidad pura y dura de cómo se construyen los liderazgos, las clientelas, las coaliciones, el reparto dentro y la promoción de personal político para ocupar los puestos en los organigramas del poder público, los premios de consolación en consorcios participados por el poder público o los menesteres oficiosamente adosados a los cargos oficiales están muy mal estudiados entre nosotros. Ni siquiera el seguimiento exhaustivo del rosario de conflictos que acompañan a la vida interna de los partidos es un acicate para que en nuestras Universidades y entre nuestros investigadores merezca la atención pertinente la vasta realidad de lo que acontece dentro de los partidos.

La prensa dispone de periodistas especializados en seguir, desvelar e interpretar lo que ocurre dentro de los partidos pero ello no anima a los investigadores a bucear en algo que, desde luego, no resulta ni mucho menos banal a la hora de entender lo que los partidos proyectan a la sociedad y la hipotética calidad que le prestan al sistema político.

Pocos y de manera muy excepcional son los estudiosos que se han dedicado a recoger con paciencia y método nombres, actitudes, lealtades, traiciones, vaivenes, rupturas, guerras sin cuartel, pactos contra-natura, alianzas increíbles, liderazgos inefables, caciquismos sin freno, disidencias silenciadas, acuerdos salomónicos o impunes subastas de la túnica de Cristo; y entre esos pocos, quiero destacar a mi amigo Benito Sanz, que ha tenido la virtud y el valor de recomponer y escribir sobre la intra-historia del PSPV-PSOE y ofrecer en varios libros una información que no se ha dado sobre ningún otro partido en el País Valenciano. Y aún así, Sanz ha sido objeto de numerosas críticas, descalificaciones y ninguneos por haberse atrevido a entrar en lo que parece un terreno vedado, opaco, reservado y controlado por los dueños del silencio partidario, que es casi el título de un señorío angosto digno de una novela de éxito.

Habría sido muy interesante conocer qué ocurrió en UCD entre los valencianos, o cómo fue que el PCE se partiera en tres, o dónde se gestó la URV y quiénes la animaron; y cómo surgió el CDS para apagarse poco después; o cómo ha sido la larga travesía del desierto de los nacionalistas, desde el PSPV y el PNPV hasta el BNV; o, en fin, cómo fue que de AP se pasó al PP, y cómo se fueron sucediendo los líderes desde Jarabo Payá a Camps, o de qué manera fueron pasando militantes y cargos públicos del PCPV al PSOE, de UV al PP, del CDS al PSPV, del PSAN al PSOE, etc., etc., Porque esa impresionante movida -frecuentemente con destino hacia partidos con poder-, aunque se refleje en los números electorales, en esas dimensiones que ofrece el análisis de la volatilidad, de la transferencia de votos de unos partidos a otros, se mantiene en la nebulosa de lo inmediato, y no se conoce de manera exhaustiva ni sistematizada.

Estudiar el trasiego humano entre el personal de un partido, analizar la dinámica interna de los partidos y tomar el largo periodo democrático (1977-2004) como campo de análisis propiciaría desvelar asuntos y realidades que podrían favorecer el conocimiento de la vida interna de los partidos valencianos, algo que repercutiría positivamente en el control por parte de la opinión del quasi cheque en blanco de que disfrutan, más allá del derecho limitado de optar entre votarles o no.

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