Columna

Museos

Muchas veces se ha oído hablar de los museos como cementerios del arte, lugares donde obras de artistas se esconden dormidas para los visitantes que contemplan con interés las primeras salas y con paso ligero las últimas que ya no caben en la atención ni en la memoria. Lo que no recuerdo es si también se hablaba de otra alternativa, qué se podría hacer con las obras de arte para que formaran parte activa de la sociedad. Ahora comprendo que todo aquello venía de una revuelta artística que corría por Europa y que aquí llegaba tan lejana como el eco.

Lo sé porque es precisamente en los mus...

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Muchas veces se ha oído hablar de los museos como cementerios del arte, lugares donde obras de artistas se esconden dormidas para los visitantes que contemplan con interés las primeras salas y con paso ligero las últimas que ya no caben en la atención ni en la memoria. Lo que no recuerdo es si también se hablaba de otra alternativa, qué se podría hacer con las obras de arte para que formaran parte activa de la sociedad. Ahora comprendo que todo aquello venía de una revuelta artística que corría por Europa y que aquí llegaba tan lejana como el eco.

Lo sé porque es precisamente en los museos donde se muestran los avatares y revueltas artísticas contra ese cementerio que honra a sus propios enemigos; tal como ocurre ahora en el Museo de Arte Contemporáneo de Sevilla con la exposición titulada: Ambulantes. Cultura Portátil.

Es grande, interesante y muy variada. Desde el museo portátil de Duchamp, con las obras metidas en una pequeña maleta; hombres-anuncios con carteles como "Demoler museos" o "No más arte"; una anciana posando delante de la ropa blanca tendida y con otro cartel: "Obra de arte"; el manifiesto de Walter de María sobre el arte vivo de la contemplación y la comunicación directa de la realidad: el movimiento, la gente, la conversación, el olor y los rumores; el papel moneda impreso y manipulado con 0 dollar y 0 centavo; el "Quick cut-A toda marcha", una peluquería itinerante; cajas, vídeos, diapositivas, autobuses con plantas y flores...; hasta intervenciones en el espacio público urbano de Sevilla. Una exposición muy bien presentada que nos ofrece conocer el arte que surgió como alternativa a los museos.

Es verdad que hace tiempo, en España, y en la misma Sevilla, recuerdo que los museos estaban más muertos que vivos y los visitantes eran escasos, pero ha cambiado mucho la situación y ahora ofrecen espléndidas exposiciones para las que se forman grandes colas de gente que también aprovechan para ver otras salas del museo. Incluso las conferencias que ofrecen, si tienen buena publicidad, tienen público. Ya sólo cabe decir que es una suerte tener un museo.

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