Columna

El ingeniero colectivo

Hace unos 12 años, acaso menos, el gobierno de Felipe González hizo público un plan hidrográfico que contemplaba el trasvase de aguas del Ebro hacia otras cuencas deficitarias. Esta iniciativa, ambiciosa y arriesgada sin duda, no encontró sin embargo, y que yo recuerde, la mayoritaria oposición de una determinada élite valenciana muy activa y concienciada, que se suele intitular del progreso. Aquel plan socialista, eso sí, tuvo la siempre estimulante, y por lo general lúcida, oposición del ecologismo.

Años más tarde, cuando la sed valenciana, murciana y almeriense no se ha reducido, sin...

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Hace unos 12 años, acaso menos, el gobierno de Felipe González hizo público un plan hidrográfico que contemplaba el trasvase de aguas del Ebro hacia otras cuencas deficitarias. Esta iniciativa, ambiciosa y arriesgada sin duda, no encontró sin embargo, y que yo recuerde, la mayoritaria oposición de una determinada élite valenciana muy activa y concienciada, que se suele intitular del progreso. Aquel plan socialista, eso sí, tuvo la siempre estimulante, y por lo general lúcida, oposición del ecologismo.

Años más tarde, cuando la sed valenciana, murciana y almeriense no se ha reducido, sino todo lo contrario, sucede que quienes propugnaban aquel trasvase -muy duro- ya no están por la labor, y no seré yo quien tache este cambio de criterio como una maniobra o una frivolidad. Menos aún como un ejemplo de insolidaridad interregional o de apropiación caciquil de un bien que es de todos. Y ello porque las razones técnicas que antaño avalaban el trasvase han podido devenir obsoletas, y porque tal vez existan otras alternativas más baratas y eficaces. Allá los expertos.

No obstante lo anterior, no dejo de encontrar ciertas extrañezas adheridas a los hechos narrados. La primera, relativa a quienes hace años aceptaban o contemplaban con indiferencia el trasvase y que ahora lo rechazan, justamente cuando el Ministerio hace lo mismo. Es una confluencia metodológica muy llamativa. Tanto, que me invita a conjeturar que si el gobierno Zapatero decidiese recuperar la idea del trasvase -algo bien improbable- sería sin embargo más que probable que quienes tanto lo denuestan ahora (lo que no hacían antes) cambiaran de opinión y lo defendieran. Y todo ello, acaso, en función de un misterioso "ingeniero colectivo" que, en tiempos de rebajas ideológicas, y muerto el "intelectual colectivo" que quiso ser el partido comunista, ha venido, humildemente, a relevarle.

Por lo demás, me queda una duda: Si gobernara el PP en Aragón, Pujol en Catalunya y Pla en el País Valencià, ¿habría sido tan vigoroso el viraje del "ingeniero colectivo"? Cualquiera sabe.

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