Crítica:ROCK | Paul McCartney

Benditas canciones

Lo que los gijoneses pudieron ver el martes y los madrileños estarán en condiciones de admirar el próximo domingo es el mayor monumento viviente a las mejores canciones que ha dado el rock europeo en toda su historia; el rendido homenaje a la leyenda sonora que a principios de los sesenta levantaron cuatro mocosos de Liverpool, sin soñar siquiera que aquellas piezas de alegría postadolescente, ardor amoroso y compromiso con lo que ellos vivían -no lo que los adultos querían que viviesen- iban a sobrevivir más de cuatro décadas y a marcar la línea que separa el antes y el después de lo que desd...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Lo que los gijoneses pudieron ver el martes y los madrileños estarán en condiciones de admirar el próximo domingo es el mayor monumento viviente a las mejores canciones que ha dado el rock europeo en toda su historia; el rendido homenaje a la leyenda sonora que a principios de los sesenta levantaron cuatro mocosos de Liverpool, sin soñar siquiera que aquellas piezas de alegría postadolescente, ardor amoroso y compromiso con lo que ellos vivían -no lo que los adultos querían que viviesen- iban a sobrevivir más de cuatro décadas y a marcar la línea que separa el antes y el después de lo que desde entonces ha sido la creación musical concebida por los propios jóvenes.

Cierto es que Paul McCartney gasta ya 61 años, pero no lo es menos que la vida propia que tienen aquellas composiciones le poseen en escena y despiertan en él rescoldos de juventud que, como manda la biología convencional, deberían estar ya definitivamente apagados. No, Macca, ataviado con chaqueta roja y parapetado tras su clásico bajo Hoffner con forma de violín, salió a escena con evidentes signos de rejuvenecimiento que se mantuvieron incólumes durante las tres horas que duró su actuación, en la que no decayeron ni su voz ni su sonrisa.

Paul McCartney

Paul McCartney (voz, bajo, guitarra y piano), Rusty Anderson (guitarra), Brian Ray (guitarra y bajo), Wix Wickens (teclados) y Abe Laboriel Jr. (batería). Estadio El Molinón. Gijón, 25 de mayo.

Antes le precedió una comparsa de actores ataviados con ropajes medievales, pendones heráldicos y enormes globos terráqueos, mientras la música de un DJ

desgranaba piezas dance compuestas por el propio McCartney bajo la personalidad de The Fireman, y dos equilibristas, un maestro de ceremonias zancudo y un grupo de baile hacían piruetas sobre las tablas del escenario. Cuando los coros de la última pieza empezaron a semejarse a los del tema Jet, de la época Wings de Paul, el quinteto de músicos empezó a atronar con el riff de la citada canción. La ovación con la que el ídolo fue recibido tuvo compensación en las palabras en correcto castellano con las que el de Liverpool saludó al público.

El espacio escénico era un prodigio de espectacularidad con ocho pantallas de vídeo a ambos lados del escenario y otras ocho dentro, todas ellas movibles y creando a su vez un show paralelo en el que psicodelia al estilo swinging London, recuerdos visuales de los Fab Four, imágenes en directo y hasta vídeos caseros iban acompañando la música. Ésta era, sin embargo, la gran dominadora de la velada, porque, de las 33 canciones interpretadas, 29 fueron geniales y sólo cuatros normalitas. El público, naturalmente, rugió con cada viejo éxito de los Beatles que McCartney tocaba. Cada canción, con la duración y los arreglos con que fue concebida, y en el mismo tono en el que fue grabada, lo cual da idea del mérito que tiene la privilegiada garganta de este hombre. Paul, que siendo poseedor de los masters de grabación de los Beatles, ha podido samplear los sonidos exactos de cuerdas, metales y teclados usados por el grupo para que los ejecutara el teclista, disfrutó como un chaval tocando bajo, guitarras eléctrica y acústica, y piano. Acompañado por el increíble grupo de músicos que llevaba o tocando él en solitario.

Maravillosas fueron las interpretaciones de Get back y Hey, Jude de su etapa Beatle; de Maybe I'm amazed y Live and let die, esta última con fuegos pirotécnicos al ritmo de la música, de su estancia en Wings; los estrenos en vivo que nunca pudo hacer con sus tres socios: You won't see me, She's a woman o Follow the sun; y emocionantes los recuerdos a los dos camaradas caídos en Here today, por Lennon, y All things must pass, de y por Harrison. Pero es que, además, atacó con sabiduría y salero Got to get you into my life, All my loving, Long and winding road, Blackbird, We can work it out, For no one, I've just seen a face, Eleanor Rigby, Drive my car, Penny Lane, Back in the URSS, I've got a feeling, Lady Madonna, Yesterday, Let it be, I saw her standing there, Helter Skelter, I saw her standing there y el reprise de Sgt. Peppers, entre muchas otras. Gloria bendita, vaya, a base de gloriosas canciones. Para no perdérselo.

Paul McCartney, durante su actuación el martes en el estadio de El Molinón de Gijón.EFE
Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En