Columna

Los otros abuelos

Pronto supimos cosas de los abuelos norteños de doña Letizia. De su abuela sobre todo, doña Menchu Álvarez del Valle, bella voz antigua que alumbró las tardes de los asturianos en tiempos duros, por ejemplo en los sesenta, cuando nacieron allí, en aquellos valles de Menchu, nada menos que las CC OO, el instrumento más bravo que tuvo el antifranquismo. Del otro abuelo astur de Letizia, don José Luis Ortiz, más discreto en apariciones, conocimos su porte distinguido, como de intelectual retirado cerca del mar, en las afueras de Ribadesella, hermosísima villa de tantas infancias veraneantes y lum...

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Pronto supimos cosas de los abuelos norteños de doña Letizia. De su abuela sobre todo, doña Menchu Álvarez del Valle, bella voz antigua que alumbró las tardes de los asturianos en tiempos duros, por ejemplo en los sesenta, cuando nacieron allí, en aquellos valles de Menchu, nada menos que las CC OO, el instrumento más bravo que tuvo el antifranquismo. Del otro abuelo astur de Letizia, don José Luis Ortiz, más discreto en apariciones, conocimos su porte distinguido, como de intelectual retirado cerca del mar, en las afueras de Ribadesella, hermosísima villa de tantas infancias veraneantes y luminosas, cuando decir Ribadesella era nombrar una felicidad sin mesura, un licor de cuentos y de mayores que nos querían, y todo entre sidra y piraguas; y muchas veces también con lluvia.

Pero doña Letizia tiene otros abuelos. Más olvidados, más de la clase obrera. Y los hemos descubierto en la boda, llegados desde Alicante, donde viven su jubilación mediterránea, después de los años largos y resecos de Madrid, donde el abuelo materno, don Francisco Rocasolano, ejerció el nobilísimo oficio de taxista. ¡Cómo me gustó ver a don Francisco saludar a los grandes gerifaltes de las monarquías europeas! Don Francisco con Carolina de Mónaco; don Francisco con Mette-Mari; don Francisco con el príncipe Carlos de Inglaterra. Y don Francisco, sobre todo, con su esposa doña Enriqueta Rodríguez, pura sociedad llana de España los dos, gente común adornada de la insuperable elegancia de la dignidad, el sosiego y la sencillez.

De don Francisco, ya casi mi héroe, recordaré, por adornarle más, una noticia que leí en el Diario de León: que jugó de futbolista en tercera división, en el remoto grupo que llamaban del Oeste, el que encuadraba las olvidadas provincias que colindan con el nordeste portugués. Por aquellos campos, en los cuarenta, romanticismo puro, don Francisco se batía el cobre, por pocas pesetas, entre barrizales y guardias civiles. Don Francisco Rocasolano es la épica de doña Letizia, que tiene para dar y tomar. Brava doña Letizia, que ganó la Liga y la UEFA y bien que se lo merece.

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