Crítica:CRÍTICA | Il Bajazet

Ópera veneciana

En un interesante texto del propio Fabio Biondi, incluido en el libreto de esta ópera editado por el Palau, se habla de la "desesperante rigidez" de la escuela veneciana, donde "aria y recitativo se suceden de forma hipnotizante, y sólo la calidad del buen hacer de la composición alcanza a hacernos olvidar la absurda estructura preestablecida". Consciente de todo ello, Vivaldi se preocupó de obtener una buena acogida para su obra recurriendo al pasticcio, es decir, a la inclusión de números con éxito garantizado, fueran propios o ajenos, costumbre, por otra parte, muy habitual en la épo...

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En un interesante texto del propio Fabio Biondi, incluido en el libreto de esta ópera editado por el Palau, se habla de la "desesperante rigidez" de la escuela veneciana, donde "aria y recitativo se suceden de forma hipnotizante, y sólo la calidad del buen hacer de la composición alcanza a hacernos olvidar la absurda estructura preestablecida". Consciente de todo ello, Vivaldi se preocupó de obtener una buena acogida para su obra recurriendo al pasticcio, es decir, a la inclusión de números con éxito garantizado, fueran propios o ajenos, costumbre, por otra parte, muy habitual en la época.

Pareció, con todo, que el público asistente a la sesión del día 21, pese a dichos esfuerzos y a los del propio Biondi (quien realizó un prolijo trabajo de adaptación), no pudo resistir las casi tres horas que duró la obra, y fue abandonando la sala hasta quedar reducido a una tercera parte. Cierto es que las versiones de concierto no facilitan la superación de los clichés y estereotipos de la ópera barroca, y que el horario (de las 20.15 a casi las 24.00) provocó, en muchos espectadores, alteraciones no deseadas en los hábitos alimentarios.

Il Bajazet (versión de concierto)

De Vivaldi. Solistas: Jordi Doménech, Elisabetta Scano, Manuela Custer, Philippe Jaroussky, Sonia Prina, Christian Senn. Europa Galante. Director: Fabio Biondi. Palau de la Música. Valencia, 21 de abril de 2004.

En cualquier caso, Fabio Biondi dirigió a sus músicos en un primoroso trabajo colectivo donde se subrayó la expresión agitada y dinámica que tan bien cuadra con el estilo de la partitura, y que se vertía, además, con el color adecuado, no sólo por la utilización de instrumentos originales, sino por la sabia articulación y la frescura en el fraseo. La rica y elaborada realización de los Da Capo por parte de los cantantes, puso la guinda a una de esas sesiones que realzan, por la vía del buen hacer, los movimientos historicistas. Sólo las trompas aparecieron un punto destempladas en la sinfonía inicial y en la última escena. Si hubiera que destacar, por otra parte, alguno de los momentos de la representación, habría que centrarse en los recitativos accompagnati (aquellos en que los cantantes reciben el sustento de la orquesta y no sólo del continuo): sensibles a las bellezas que Vivaldi había programado para sus personajes, Christian Senn bordó el Fermati, donna del acto segundo, al igual que Sonia Prina el È morto si, tiranno del tercero. Jaroussky, como Andrónico, fue creciéndose a medida que avanzaba la sesión. El otro contratenor, Jordi Doménech, con una voz oscura bien atractiva en la franja central, convenció menos en los extremos del registro. Elisabetta Scano estuvo enérgica y segura en las agilidades, mientras que Manuela Custer pareció controlar mucho mejor los registros agudo y medio que los graves. Supo decir, con convencimiento, el aria más famosa de esta ópera: Sposa son disprezzata, que, por cierto, no es de Vivaldi, sino de Giacomelli.

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