Cartas al director

No se han ido

A escasas horas de la investidura de José Luis Rodríguez Zapatero, mientras realizaba unas compras en un centro comercial de la capital, tuve la mala suerte de coincidir con un acto público de firma de ejemplares del libro de la mujer del ex presidente del Gobierno, Ana Botella. Probablemente cometí el delito de no adquirir dicho libro y esperar mi turno, como buen patriota, para que éste fuese rubricado por la esposa de un líder mundial, y preferí buscar otras lecturas.

Minutos más tarde, fui retenido, "por motivos de seguridad", por un desproporcionado y ridículo séquito de escoltas q...

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A escasas horas de la investidura de José Luis Rodríguez Zapatero, mientras realizaba unas compras en un centro comercial de la capital, tuve la mala suerte de coincidir con un acto público de firma de ejemplares del libro de la mujer del ex presidente del Gobierno, Ana Botella. Probablemente cometí el delito de no adquirir dicho libro y esperar mi turno, como buen patriota, para que éste fuese rubricado por la esposa de un líder mundial, y preferí buscar otras lecturas.

Minutos más tarde, fui retenido, "por motivos de seguridad", por un desproporcionado y ridículo séquito de escoltas que vigilaba el acontecimiento para proceder a mi identificación. Quizá fuese sólo "rutina", quizá mi piel morena y perilla fue asociada al perfil de "islamista extremista integrista" (aunque les aseguro que mi aspecto al salir de trabajar difiere poco del de un votante del PP), pero el único hecho objetivo es que, en el momento de mi "detención", portaba en mi mano dos peligrosos libros: La Aznaridad, de Manuel Vázquez Montalbán, y Los Mongoles en Bagdad, de José Luis Sampedro.

Afortunadamente, hace un mes que el pueblo decidió, por inapelable mayoría, acabar con la soberbia, la mentira, el pensamiento único y los malos modos propios de la era Aznar. Por desgracia, todavía quedan demasiados funcionarios públicos a las órdenes de Francisco Javier Ansuátegui, delegado del Gobierno en Madrid. Efectivamente, urge una segunda transición, y que nunca olviden que no se han ido, los hemos echado.

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