OPINIÓN DEL LECTOR

El velo

La página 9 de la edición de la Comunidad Valenciana de EL PAÍS del 4 de abril viene ocupada por una noticia sobre un "debate sobre el velo", organizado por el Grupo Valenciano del Club de Roma. Se asegura que se trata de un encuentro en torno al "velo (yihab)", e incluso se titula así un recuadro inferior: "el yihab del deporte".

Mal vamos si cometemos errores en un concepto como el del hiyab (que suele traducirse por velo, con notable imprecisión), que, como ha escrito Fátima Mernisi, es una de las claves de la civilización musulmana, para la que es tan importante...

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La página 9 de la edición de la Comunidad Valenciana de EL PAÍS del 4 de abril viene ocupada por una noticia sobre un "debate sobre el velo", organizado por el Grupo Valenciano del Club de Roma. Se asegura que se trata de un encuentro en torno al "velo (yihab)", e incluso se titula así un recuadro inferior: "el yihab del deporte".

Mal vamos si cometemos errores en un concepto como el del hiyab (que suele traducirse por velo, con notable imprecisión), que, como ha escrito Fátima Mernisi, es una de las claves de la civilización musulmana, para la que es tan importante como el pecado para la cristiana, o el crédito para la América capitalista. Identificar ese concepto con un trozo de tela que sería una imposición machista a las mujeres es una reducción indebida, una simplificación que nos resulta útil para estigmatizar, pero que nos aleja de entender. Además, hay un error de grafía, que parece un lapsus de imprenta, o en todo caso, del redactor, que mezcla los conceptos yihad y hiyab. Mucho peor sería que el error se deba a los propios organizadores, lo que revelaría un espíritu poco riguroso al tratar un debate de semejante trascendencia.

El término para describir el velo es hiyab, tal y como figura en la aleya 53 de la azora 33 del Corán, que se supone revelada en el año 5 de la hégira (527) con ocasión de la boda del Profeta con Zaynab. En realidad, como explica también Mernisi, el concepto de hiyab tiene tres referencias: una es la separación que supone sustraer la mirada, esconder, que es la raíz del verbo hayaba ("ocultar con un sitr" o cortina). Una segunda es la separación espacial, la delimitación de una frontera. Finalmente, otra acepción es ético-religiosa: lo prohibido. En el fondo, la misma idea de separar, que está en el origen de lo sagrado, no sólo en el Islam sino en otras religiones -la judía-, como explicara Durkheim. Otra cosa es discutir la conclusión que proponen quienes como Mernisi, sostienen que con esa aleya se introduce "la separación de lo público y lo privado, de lo profano y lo sagrado, pero que va a orientarse hacia una segregación de los sexos: ese velo que desciende del cielo va a cubrir a la mujer y separarla del hombre, del Profeta y, por tanto, de Al-lâh".

Hoy, más que nunca, necesitamos evitar simplificaciones y prejuicios. Sobre todo, para justificar debidamente nuestro juicio de valor sobre la aceptación de prácticas o valores de otra cultura. Y el rigor que procura EL PÁIS casa mal con estos errores.

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