FONDO DE OJO

Tiempo de pasión

En el Concilio de Nicea, allá por el año 325, la autoridad eclesiástica decidió que para poder celebrar en tiempo y forma la Semana Santa era mejor ajustarse al calendario lunar, tal como hacen los judíos, olvidando la modernidad que supone regir nuestras vidas con los ritmos que marca el Sol.

Así el Domingo de Resurrección siempre coincidiría con el día domingo, no como les sucede a los judíos cristianos, que celebran ese domingo en el día de la semana que corresponde a la fecha del 17 de Nisan, sea martes o jueves la mentada onomástica.

Quiero suponer que las mismas o similares...

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En el Concilio de Nicea, allá por el año 325, la autoridad eclesiástica decidió que para poder celebrar en tiempo y forma la Semana Santa era mejor ajustarse al calendario lunar, tal como hacen los judíos, olvidando la modernidad que supone regir nuestras vidas con los ritmos que marca el Sol.

Así el Domingo de Resurrección siempre coincidiría con el día domingo, no como les sucede a los judíos cristianos, que celebran ese domingo en el día de la semana que corresponde a la fecha del 17 de Nisan, sea martes o jueves la mentada onomástica.

Quiero suponer que las mismas o similares argucias se han empleado para que los tres jueves que relucen más que el Sol -vaya contradicción-, a saber: Jueves Santo, Corpus Cristi y el día de la Ascensión, tampoco se equivoquen de posición dentro de los días de la semana y los bienpensantes católicos puedan honrar a sus venerados sin dudas ni dilaciones y la luna llena los acompañe e ilumine en los Vía Crucis y visitas a Monumentos.

No obstante, existe otro método infalible para acertar de pleno con la Semana de Pasión, cual es la atenta observación de la programación de Televisión Española -la Primera-. Si en la parrilla aparecen Ben Hur, Quo Vadis o La historia más grande jamás contada no hay duda, estamos ante la luctuosa semana. A despecho de la realidad social que nos inunda, que celebra la fiesta laboral como mejor le parece pero dando preponderancia al carácter lúdico que se presume a los días de asueto, los dirigentes del mentado ente público se han anclado en el oscuro pasado que nos acompaña y repiten, año tras año, una programación que sólo debe satisfacer a aquellos ancianos o inválidos a los que la familia ha debido postergar en casa ante la falta de espacio en el apartamento playero o la cabaña sita en las nieves de Andorra.

Pero no todo está perdido, en ayuda de los programadores de tan infaustas fechas -que sin duda las están disfrutando en la discoteca acompañados de los muy católicos dirigentes del Gobierno nacional- ha venido Mel Gibson, que inyecta sangre nueva en la cartelera cinematográfica con La Pasión de Cristo, y que permitirá a las futuras generaciones diversificar la oferta de horror que se nos ofrece en la tele los jueves y los viernes que aparecen después de inaugurada la primavera y cuando la luna llena se hace presente.

Que es precisamente el tiempo de Pasión.

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