Columna

Oración

Pueblos elegidos y pueblos por elegir; pueblos no elegibles y pueblos aniquilados; el sol en el paleolítico y la luna en el mesolítico; las estrellas heladas y los duendes del fuego; la ultratumba de los sumerios y el Libro de los Muertos; los faraones infinitos y sus coperos y panaderos; los montes sagrados y las llanuras pecaminosas; los salmos y los cantares y los tronos y las dominaciones; el grito de los profetas y los vigilados ecos del tálamo; el misterio y su negocio; la pasión por lo sobrenatural y su tenue presencia en el alma del tibio; la levitación y la nieve; la música tibetana y...

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Pueblos elegidos y pueblos por elegir; pueblos no elegibles y pueblos aniquilados; el sol en el paleolítico y la luna en el mesolítico; las estrellas heladas y los duendes del fuego; la ultratumba de los sumerios y el Libro de los Muertos; los faraones infinitos y sus coperos y panaderos; los montes sagrados y las llanuras pecaminosas; los salmos y los cantares y los tronos y las dominaciones; el grito de los profetas y los vigilados ecos del tálamo; el misterio y su negocio; la pasión por lo sobrenatural y su tenue presencia en el alma del tibio; la levitación y la nieve; la música tibetana y los humildes milagros del animismo; la épica de los apóstoles y la lírica de sus olvidadas esposas; las palabras de Zoroastro y los desiertos donde medra la fe; el vuelo de los ángeles y el cieno de la simonía; las metáforas de la luz y las adoraciones nocturnas; las reliquias y las abluciones; los sacrificios aztecas y la doctrina de Confucio; las ermitas silenciosas y los autos sacramentales; el pecado y las cenizas; la ley del más fuerte y el castigo de los agnósticos; la sumisión y la soflama; el arte y la herejía; la flagelación y los cuentos orientales; el humor prohibido y el resplandor litúrgico; el perdón y el vudú; las conversiones forzosas y el sonido de las carracas; la reencarnación y la magia; el miedo y los sermones incendiarios; el hambre y las cruzadas; las escuelas de piso de tierra y los millonarios fanáticos; los obispos cómplices y los curas guerrilleros; los cónclaves y los monaguillos; la vida eterna y los abusos a menores; las finanzas vaticanas y el muro de Sharon; la patria bendita y las patrias enemigas; el púlpito de la raza y los conjuros de la etnia; los telepredicadores y sus cuentas corrientes; las letanías y las sectas; el holocausto judío y el holocausto palestino; las lágrimas de los ancianos y la violencia del dinero; el incienso y la inmolación; el odio a la libertad que produjo la matanza del 11 de marzo.

Porque no hay nada más terrenal que la teología. Y porque Dios, si existe, es inocente.

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