Análisis:FÚTBOL | 30ª jornada de Liga

Saber perder

Dos equipos de tallo corto como el Zaragoza y el Celtic le han sacado un centímetro al crecido Barcelona en la Copa y en la UEFA. Entre una y otra eliminación, sin embargo, hay una sensible diferencia, provocada en gran medida por la dinámica victoriosa de los azulgrana en la Liga, torneo en el que están protagonizando una histórica segunda vuelta. Si la caída en la Romareda fue mal digerida, sobre todo por el confusionismo que provocó Rijkaard con la sustitución de Ronaldinho, el adiós europeo fue acogido con gran resignación por una hinchada habitualmente muy excitada.

En otro tiempo,...

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Dos equipos de tallo corto como el Zaragoza y el Celtic le han sacado un centímetro al crecido Barcelona en la Copa y en la UEFA. Entre una y otra eliminación, sin embargo, hay una sensible diferencia, provocada en gran medida por la dinámica victoriosa de los azulgrana en la Liga, torneo en el que están protagonizando una histórica segunda vuelta. Si la caída en la Romareda fue mal digerida, sobre todo por el confusionismo que provocó Rijkaard con la sustitución de Ronaldinho, el adiós europeo fue acogido con gran resignación por una hinchada habitualmente muy excitada.

En otro tiempo, la afición la habría empredido con el palco o el banquillo y desde el jueves por la noche estaría pidiendo un cabeza de turco ante la posibilidad de cerrar el ejercicio futbolístico en blanco por quinto año consecutivo. Esta vez, sin embargo, el barcelonismo ha asumido la derrota sin estridencia, con una naturalidad desacostumbrada, poniendo cara de decepción pero evitando el drama. Y no parece tratarse de una actitud de rendición sino que más bien parece convicción.

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A la serenidad ha contribuido seguramente la buena trayectoria del equipo en la Liga, aun cuando el club es consciente de que las posibilidades de culminar el remonte con el título son escasas. Pero igualmente determinante para el equilibrio emocional está siendo el comportamiento de la nueva directiva y del cuerpo técnico. La junta se equivocó al principio al dudar de los jugadores. Con el tiempo, sin embargo, los directivos han rectificado respecto al vestuario y mantienen que el objetivo del Barcelona es quedar entre los cuatro primeros del campeonato y que la ilusión era ganar una Copa, y como ilusión que era se ha esfumado.

La declaración de intenciones del consejo es discutible por el menosprecio que significa hacia la plantilla, pero parece más razonable que cualquier otra anterior y remite el debate sobre las posibilidades del equipo a un asunto futbolístico, nada que ver con la demagogia que tan buen caldo daba en otras épocas. Siendo el tercer equipo más goleador de la Liga, el Barça sólo ha sido capaz de marcar un tanto en los cuatro partidos acumulados ante el Zaragoza y el Celtic en los torneos coperos, entre otras razones porque sus arietes, Kluivert y Saviola, o no han jugado o lo han hecho poco.

El Barcelona necesita mejorar, y la hinchada acepta el reto porque de momento no se siente engañada por el presidente ni por el ténicoo ni por Ronaldinho. Hoy se discute de fútbol en el Camp Nou sin agitación, sin crispación, sin mover la silla, sino con la pasión propia del juego. La esperanza es que con los nuevos tiempos nazca también un Barça que sepa tanto ganar como perder.

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