Crítica:JAZZ LATINO

Enterrados en azúcar

Se conocen varios Eddie Palmieri: el buen alumno que rinde homenaje a sus mayores y maestros (Tito Puente), el cultivador más o menos canónico de la música cubana tradicional, y el investigador que convierte el latin jazz en una experiencia telúrica, entre otros.

Esta vez tocó escuchar en Calle 54 al Palmieri historiador, implicado en la nada sencilla tarea de recrear los tiempos de La Perfecta, una orquesta formada en 1961 junto al reputado trombonista Barry Rogers. El grupo se distinguía entonces de los demás en que los trombones (la trombanga) tomaban el lugar de las trompetas...

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Se conocen varios Eddie Palmieri: el buen alumno que rinde homenaje a sus mayores y maestros (Tito Puente), el cultivador más o menos canónico de la música cubana tradicional, y el investigador que convierte el latin jazz en una experiencia telúrica, entre otros.

Esta vez tocó escuchar en Calle 54 al Palmieri historiador, implicado en la nada sencilla tarea de recrear los tiempos de La Perfecta, una orquesta formada en 1961 junto al reputado trombonista Barry Rogers. El grupo se distinguía entonces de los demás en que los trombones (la trombanga) tomaban el lugar de las trompetas y la flauta se encargaba de tender un puente entre éstos y la percusión. Nunca se había escuchado nada comparable al empaque milagrosamente sincrónico de aquel colectivo crucial.

Eddie Palmieri & La Perfecta II

Eddie Palmieri (teclados), con un grupo de ocho miembros. Calle 54. Madrid. 22, 23 y 24 de marzo.

El remake que dirige ahora Palmieri no toca para los danzantes del Palladium, aunque sigue invitando a hacerlo con una insistencia a veces cargante. Las letras de los palos latinos no suelen ser precisamente ejemplos de barroquismo literario, y cuando se lleva más de cinco minutos escuchando al cantante preguntar al público "¿Quieren saber cómo era Lázaro y su micrófono?", y la canción termina y nadie ha dicho cómo era Lázaro y su famoso micrófono, la sensación es de justificada frustración.

Palmieri abusó de este tipo de reiteraciones, por otro lado ejecutadas con una calidad y decoro más allá de todo reproche, con generoso derrame de azúcar y sabrosura sobre los compases. Lástima que escamotease esa forma de latin jazz en la que es todo un campeón. Sus solos al teclado, verdaderos baños de lodo creativo, aportaron ese punto de cacao amargo que tanto necesita la música bailable cuando las condiciones del local no permiten bailar.

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