Editorial:

Aviso en Francia

Los franceses ya parecen estar arrepentidos de haber despedido en 2002 a la mayoría de izquierda. Sabedores de que esta vez no estaba en juego la presidencia de la República, los sectores más críticos del electorado aprovecharon los comicios regionales del domingo para castigar al poder, usando las candidaturas socialistas como el instrumento más útil, con un Partido Comunista resistente frente a la extrema izquierda.

Jacques Chirac se encuentra más aislado que nunca. Por enésima vez se replantea la reorganización de una derecha en la que el partido UMP, creado hace menos de dos años al...

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Los franceses ya parecen estar arrepentidos de haber despedido en 2002 a la mayoría de izquierda. Sabedores de que esta vez no estaba en juego la presidencia de la República, los sectores más críticos del electorado aprovecharon los comicios regionales del domingo para castigar al poder, usando las candidaturas socialistas como el instrumento más útil, con un Partido Comunista resistente frente a la extrema izquierda.

Jacques Chirac se encuentra más aislado que nunca. Por enésima vez se replantea la reorganización de una derecha en la que el partido UMP, creado hace menos de dos años al servicio del presidente, acaba de perder unas elecciones antes de llegar a la mitad del mandato presidencial. Los socialistas y sus aliados comunistas y ecologistas no son mayoritarios en el conjunto del país, pero el fracaso de la extrema izquierda despeja sus perspectivas. No le ocurre lo mismo a la derecha respecto a la ultraderecha, que si bien no avanza (16% de votos) se asienta como tercera opción ideológica de Francia.

El miedo al caudillo extremista Jean-Marie Le Pen forjó una mayoría aplastante a favor de Chirac hace dos años, pero ese "pacto democrático" sólo ha tenido continuidad en el aspecto de la política exterior. La gobernación interior se ha caracterizado por una confusa mezcla de reformas sociales, enfrentamientos con las clases ilustradas -científicos, investigadores-, recortes del seguro de paro y promesas de privatizaciones, todo ello en pleno parón del crecimiento económico.

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Como en España, la primera vuelta de las regionales francesas también ha barrido la apatía ciudadana. Una participación estimable (62%) resalta el valor del voto como arma contra los miedos del momento y prueba la conciencia de los peligros que acechan a las democracias sin electores. A falta de confirmación en la segunda vuelta, todo indica que, a tres meses de las europeas, el viento del cambio ha empezado a soplar con fuerza.

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