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No se confundan: esto que voy a decir no tiene nada que ver con lo políticamente correcto, que es esa ideología retrógrada e idiotizante que se ha convertido en una especie de torpe inquisición y que, en sus excesos, oculta y falsea la realidad, utiliza eufemismos e intenta censurar los infinitos conflictos de la vida. Políticamente correcto, por ejemplo, es decir con melosa hipocresía que ser obeso es algo estupendo, cuando la obesidad es una enfermedad grave y un verdadero problema para quienes la sufren. Ahora bien, supongamos que en un programa de televisión de máxima audiencia se dedicara...

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No se confundan: esto que voy a decir no tiene nada que ver con lo políticamente correcto, que es esa ideología retrógrada e idiotizante que se ha convertido en una especie de torpe inquisición y que, en sus excesos, oculta y falsea la realidad, utiliza eufemismos e intenta censurar los infinitos conflictos de la vida. Políticamente correcto, por ejemplo, es decir con melosa hipocresía que ser obeso es algo estupendo, cuando la obesidad es una enfermedad grave y un verdadero problema para quienes la sufren. Ahora bien, supongamos que en un programa de televisión de máxima audiencia se dedicaran semana tras semana a burlarse despiadadamente de unos obesos, sacándoles en bañador para verles el retemblor de carnes y llamándoles sacos de grasa sucia entre las carcajadas del público. Resultaría repugnante, y no por corrección política, sino por un mínimo sentido de la decencia.

Esto es lo que lleva haciendo el programa Un, dos, tres desde hace semanas con dos actores enanos que aparecen en un indignante número del penoso cómico Manuel Sarriá. A los enanos, disfrazados de niñas, se les insulta de las maneras más zafias: "Cuando nacieron denunciaron a su madre por sacar escombros a la calle". Les utilizan como el emblema de lo más grotesco y horroroso, como verdaderas alimañas, porque les hacen morder y patear al presentador (gran hilaridad del respetable). Estas bromas crueles no son inocentes: exudan una ideología reaccionaria y feroz. Son como los chistes sobre mujeres que quieren ser violadas o sobre maridos que pegan a sus esposas. ¿Aguantaría la audiencia, por ejemplo, que se burlaran de los mutilados por ETA? Me parece inconcebible que el Un, dos, tres persevere en este esperpento de la España negra. Los actores enanos del programa han escrito una carta defendiendo su trabajo: como es natural, temen quedarse en paro. Pero un actor enano no está obligado a burlarse de sí mismo para poder actuar: véase a la estupenda Linda Hunt, que ganó un Oscar por El año que vivimos peligrosamente. Espero que Chicho acabe con esta ignominia y les dé otro papel. Pero no de enanos risibles, sino de personas. Que es lo que son.

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