Columna

¿Qué pasaría?

¿Qué pasaría si el PP no gana las elecciones del 14 de marzo? Más concretamente, ¿qué pasaría en la Comunidad Valenciana y en la plácida comunidad de políticos valencianos adelantados en Madrid? Se trata de un supuesto improbable, cierto, pero seguramente menos improbable que el Valencia Club de Fútbol gane la liga, tal y como actúan los árbitros del general Franco. Mas no olvidemos que lo improbable tiene su encanto, un placer luminoso que sólo encontramos en la extrañeza. Y para extrañeza la de los políticos valencianos populares, que se quedarían a cuadros con mi paisano ZP al frente de un ...

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¿Qué pasaría si el PP no gana las elecciones del 14 de marzo? Más concretamente, ¿qué pasaría en la Comunidad Valenciana y en la plácida comunidad de políticos valencianos adelantados en Madrid? Se trata de un supuesto improbable, cierto, pero seguramente menos improbable que el Valencia Club de Fútbol gane la liga, tal y como actúan los árbitros del general Franco. Mas no olvidemos que lo improbable tiene su encanto, un placer luminoso que sólo encontramos en la extrañeza. Y para extrañeza la de los políticos valencianos populares, que se quedarían a cuadros con mi paisano ZP al frente de un ejecutivo sextipartito, tan tumultuoso como entretenido.

¿Qué cota alcanzaría la consternación de Francisco Camps en la noche electoral? ¿Y hasta dónde llegaría el dolor grande de Eduardo Zaplana? ¿Qué pensarían de sí mismos, de su nuevo futuro de brumas, los muchos y altos cargos valencianos que ocupan puestos en Madrid, al amparo de gozos y ministerios? ¿Volverían a Valencia a la búsqueda de su poder valenciano? ¿Abandonarían los pisos bien comprados o bien hipotecados en Madrid? ¿Y qué harían aquí tantas gentes revenidas? Querrían ser consellers, claro, o conselleras, y la tragedia rebotaría sobre los departamentos autonómicos, habría grandes apreturas nuevas, y muchos responsables o adláteres de los puestos hoy cubiertos tendrían que decir adiós a sus obligaciones tan queridas, y en algunos casos recién alcanzadas, en favor de los nuevos jefes apeados y apenados. Incendiario panorama.

¿Y qué pasaría con Federico Trillo, condenado en Madrid tanto si ganan como si pierden sus correligionarios? ¿Haría lo que su colega Cascos: huir rumbo a un amor nuevo? ¿O exigiría su cuota valenciana por ser cunero de Alicante amén de paisano de Zaplana, cartageneros ambos? ¿Cabría la posibilidad de que fuera nombrado gobernador de la ínsula de Tabarca, con jurisdicción extensible a la isla de Perejil? ¿O se conformaría con ser el mayordomo supremo de las cofradías de Semana Santa de la ciudad murciana que lo vio nacer?

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