Reportaje:

El 'bi-turbo' de la Davis

El entorno del tenista Rafa Nadal quiere evitar a toda costa que se le califique de estrella a sus 17 años

Rafael Nadal (Manacor, Mallorca; 3 de junio de 1986) tiene sólo 17 años, pero ha ganado el punto decisivo para situar a España en los cuartos de final de la Copa Davis. Aún es un adolescente, lo que se trasluce en sus actos, sus respuestas, su forma de encarar las cosas... Aunque lleva sólo dos temporadas en el circuito profesional, ya ha recibido el elogio de los grandes tenistas, que le consideran uno de ellos. Sin embargo, su entorno, su tío Toni, que es además su entrenador, y Jofre Portas, que trabaja con él y Carlos Moyà en Palma, intentan a toda costa evitar que se considere y se le vea...

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Rafael Nadal (Manacor, Mallorca; 3 de junio de 1986) tiene sólo 17 años, pero ha ganado el punto decisivo para situar a España en los cuartos de final de la Copa Davis. Aún es un adolescente, lo que se trasluce en sus actos, sus respuestas, su forma de encarar las cosas... Aunque lleva sólo dos temporadas en el circuito profesional, ya ha recibido el elogio de los grandes tenistas, que le consideran uno de ellos. Sin embargo, su entorno, su tío Toni, que es además su entrenador, y Jofre Portas, que trabaja con él y Carlos Moyà en Palma, intentan a toda costa evitar que se considere y se le vea como una estrella.

"En Brno ha hecho algo muy importante", sostiene Portas, que dirige el Centro de Tecnificación de Baleares; "superó la presión del momento como un veterano y vencer con el corazón y las ganas, ya que el saque, aunque ha mejorado bastante, no apareció. Superó a [Radek] Stepanek luchando desde el fondo de la pista, trabajando como un animal".

"Todo le va bien. Puede jugar con cordajes que los demás tirarían"
Rutina para frenarle: al sacar, debe pedir la toalla, secarse la cara, coger tres bolas y soltar una
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"Su principal déficit técnico es el saque", insiste Portas; "le falta mucho. En este golpe se queda lejos de los mejores mientras que en otros tiene suficiente nivel para competir con ellos. Por contra, muchas veces hemos comentado con Toni que esta circunstancia le ha obligado a desarrollar más otros aspectos de su juego, como el drive, el revés, la estrategia... El tener que compensar su carencia de un buen saque le ha ayudado en este sentido".

Portas conoció a Nadal cuando éste tenía 8 años y él trabajaba en el Centro de Alto Rendimiento de Sant Cugat. Después volvieron a encontrarse en Palma, cuando Jofre se hizo cargo del de Baleares. "Entonces tenía ya 10 años y tanto él como su tío Toni se incorporaron al proyecto", recuerda; "las sensaciones que me causó fueron brutales. Pero hemos visto perderse tantos valores que... hay que ser prudente. Sin embargo, ya lo tenía todo. Incluso un par de cosas que siempre le han diferenciado de los demás: la ambición de llegar al límite que le permita su juego y el hecho de divertirse jugando".

El carácter y la mentalidad positiva lo tenía entonces y lo sigue teniendo ahora. "Eso no se crea. Se nace con ello", afirma Portas, que se niega a fijar el horizonte de Nadal. Aunque parezca una contradicción, con él se ha realizado un trabajo lento y concienzudo. Con todo, los resultados han comenzado a llegar mucho antes de lo que se esperaban: 41º de la clasificación mundial, en 2003 llegó a la tercera ronda del torneo de Wimbledon y fue finalista del de Umag (Croacia) y en 2004 lo ha sido también del de Auckland (Nueva Zelanda).

Tal vez haya sido por su modo de encarar las cosas, de liberarse de la presión, de asumir sus problemas. "Todo le va bien", prosigue Portas; "si le cambias la raqueta, se adapta enseguida. Puede jugar con cordajes que los demás tirarían". Una vez disputó un juego entero con una rota. "Decía que no despedía [la bola]", se sonríe Toni, "pero es que se había estropeado".

Nadal huye de las supersticiones. No le gusta pensar que puede ganar un partido por el hecho de seguir una rutina, utilizar la misma camiseta o ducharse en la misma ducha.

En un acción que define su personalidad, tras cometer un error, se dirigió hacia la silla y, de pronto, cambió la trayectoria y regreso a la cancha. "¿Qué te pasaba", le preguntó Portas. "Nada", respondió; "quería cambiar de raqueta, pero me he dado cuenta de que el fallo había sido mío, no de la raqueta". Es, pues, mucho más reflexivo de lo que parece.

En la pista, eso sí, da la sensación de que va acelerado. De hecho, en el equipo de la Copa Davis se le llama "el bi-turbo" porque siempre va como una moto. "Sabemos que hay que frenarle", advierte Portas; "por eso, cuando saca, en cada punto, pide la toalla, se seca la cara y luego coge tres pelotas y suelta una. No lo hace por capricho. Responde a una estrategia que le hemos marcado para que mantenga el tempo del partido, para que no se acelere. Si no, correría como lo hacían [el estadounidense Andre] Agassi o [el australiano Lleyton] Hewitt al principio".

El entorno familiar ha sido siempre fundamental en la educación y la evolución tenística de Nadal. "¿Conoce a su padre?", pregunta Portas al periodista; "no, ¿verdad? Es que no aparece. Confía plenamente en Toni, que actúa como el protector familiar y el entrenador".

Sin esa doble misión, tal vez la educación de Nadal quedaría relegada. Pero su tío la tiene muy en cuenta. El mes pasado estuvieron en Melbourne para jugar el Open de Australia. Mientras la mayoría de los jugadores se alojaron en un lujoso hotel, ellos se instalaron en uno inferior. "¿Por qué?", se le preguntó a Toni. "Porque él no es aún una estrella", replicó.

Claro que la ambición por serlo no le falta. Se cuenta que Carlos Moyà le dijo un día que si firmaría una carrera como la suya: campeón de Roland Garros, subcampeón del Open de Australia y del Masters y número uno del mundo. "Yo no firmo nada", se dice que le contestó.

Rafa Nadal se deja caer hacia atrás tras conseguir el punto que le daba la victoria sobre Radek Stepanek.AP

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