Columna

El mentiroso

Hay un juego de dados que se llama El mentiroso. El primer jugador los lanza y mira su jugada oculta bajo el cubilete. A continuación dice: "tengo una pareja de ases" o "tengo un trío de reyes" o "tengo un póquer de rojos". Lo que dice puede ser verdad o mentira, y el segundo jugador puede creérselo o no. Si se lo cree está obligado a superarlo, sea verdad o mentira. Si no se lo cree, el primer jugador debe alzar el cubilete y descubrir los dados. Si es verdad, pierde el incrédulo; si es mentira, deja de jugar el mentiroso.

Bien mirado, la democracia es como El mentiroso, ...

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Hay un juego de dados que se llama El mentiroso. El primer jugador los lanza y mira su jugada oculta bajo el cubilete. A continuación dice: "tengo una pareja de ases" o "tengo un trío de reyes" o "tengo un póquer de rojos". Lo que dice puede ser verdad o mentira, y el segundo jugador puede creérselo o no. Si se lo cree está obligado a superarlo, sea verdad o mentira. Si no se lo cree, el primer jugador debe alzar el cubilete y descubrir los dados. Si es verdad, pierde el incrédulo; si es mentira, deja de jugar el mentiroso.

Bien mirado, la democracia es como El mentiroso, pero más imperfecta. Durante la campaña electoral, los políticos lanzan sus dados y enuncian sus jugadas sin dejarnos mirar bajo el cubilete, y nosotros aceptamos sus palabras conscientes de que están exagerando la verdad. Podemos plantarnos y exigirles que nos dejen ver los dados. Pero aunque se compruebe que están mintiendo, ellos nunca quedan eliminados. Siguen jugando. Nos hemos acostumbrado a que la palabra de los políticos no coincida casi nunca con la verdad. Al PSOE ya le estamos pillando las primeras mentirijillas, y no nos enfadamos; nos hace gracia que empiecen a desdecirse antes de llegar al poder. La educación, por ejemplo, ya no será la prioridad de un supuesto gobierno de Zapatero. Alcanzar la media europea en gasto educativo, garantizar la gratuidad de los libros de texto o poner un ordenador a disposición de cada dos alumnos ya no son propósitos que su programa electoral establezca para la primera legislatura, como se anunció a bombo y platillo. Se aplaza hasta la segunda. Qué optimistas.

En Andalucía, Chaves también ha prometido que Canal Sur dejará de ser un instrumento en manos del Gobierno, pero sabemos que es mentira, que él nunca renunciará a esa formidable máquina de propaganda. De hecho, ya ha empezado a dar marcha atrás, sin haber ganado las elecciones. Y tampoco nos enfadamos; nos hace gracia que el muy pillo advierta que su tele sólo será independiente si existe una ley nacional que regule de ese modo todas las teles públicas. Digo yo que igual que somos pioneros en permitir la investigación con células-madre aunque la legislación estatal sea contraria a ello, también podría Chaves situarnos en la vanguardia del Estado, dotando a su tele de un estatuto verdaderamente independiente. ¡Arriba el cubilete, hombre!

¿Y la desvergonzada pandilla que gobierna el Estado? ¿Qué decir de los Aznar, de los Rajoy, Palacio, Zaplana, Arenas y compañía? Claro que sabíamos que nos estaban mintiendo cuando nos hablaban de las armas de destrucción masiva. La mayoría de nosotros no creyó esas palabras. Y ahora ellos tienen que levantar el cubilete y mostrar a todo el mundo su verdadera jugada: participar en aquel acto de terrorismo de Estado fue una decisión dictada por los intereses particulares y la ambición personal de José María Aznar. Si nuestro juego democrático fuera tan serio como El mentiroso, Aznar ya estaría eliminado. Lo preocupante no es que mienta. Mentir forma parte del juego. Lo preocupante es que las reglas le permitan seguir jugando.

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