Columna

Carod

Haciendo mío el ácido resumen de Duran i Lleida en el Parlamento catalán cuando le preguntó a Carod "Pero vostè qui s'ha pensat que és?", creo que hay algunas cosas más de que hablar.

Primero.- La opción por el tripartit de ERC habría provocado el disgusto de no menos de un tercio de sus votantes autonómicos (especialmente los procedentes de CiU) por el apoyo a un partido y a un president que no tienen ni ahora, ni antes, ni nunca patente de catalanismo (con Obiols, ese paso habría sido bastante más fácil).

Segundo.- Para ERC, afrontar unas elecciones general...

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Haciendo mío el ácido resumen de Duran i Lleida en el Parlamento catalán cuando le preguntó a Carod "Pero vostè qui s'ha pensat que és?", creo que hay algunas cosas más de que hablar.

Primero.- La opción por el tripartit de ERC habría provocado el disgusto de no menos de un tercio de sus votantes autonómicos (especialmente los procedentes de CiU) por el apoyo a un partido y a un president que no tienen ni ahora, ni antes, ni nunca patente de catalanismo (con Obiols, ese paso habría sido bastante más fácil).

Segundo.- Para ERC, afrontar unas elecciones generales tan inmediatas con la incertidumbre de que ese tercio de votantes acabara castigándole por haber apoyado una coalición con partidos españoles (no utilizo terminología personal, sino la de ERC) en Cataluña, le obligaba a abundar en la pedagogía de la bondad, conveniencia y oportunidad histórica del pacto con el PSC e IC, para neutralizar ese desencanto. Pero poco después de constituirse el Govern, ya se vio que el entusiasmo dispendiado en los prolegómenos de su formación y en la presentación pública del pacto que lo alumbraba no disipaban la desconfianza del sector que hubiera preferido un gobierno con CiU, y que, en realidad, votó a ERC como aviso a Mas de que ya no se podría gobernar Cataluña en clave ambigua (como hizo Pujol) sino en clave de proyecto nacional claro.

Tercero.- La voluntad de Carod de representar al independentismo tranquilo, la leyenda -no del todo cierta-, que le hacía creer que fue su intervención la que logró reconducir a Terra Lliure hacia la lucha política democrática, y la necesidad de invocar al genio de la lámpara para atraer la atención de ese electorado que podía sorprenderle el próximo 14 de marzo, unido a que (y es lo único sólido de este entramado) Carod y otros líderes de ERC han mantenido hasta hoy la opción de que el final de ETA será negociado o no será (algo que choca frontalmente con el pacto antiterrorista que mantienen PP y PSOE), le hicieron pensar al inefable líder republicano que lo más a mano que tenía era entrevistarse con ETA y dar la campanada en clave independentista.

Cuarto.- Aprovechó el cargo de conseller en cap del Govern de la Generalitat de Catalunya, y la ausencia de su president (¿de viaje en Turquía?), para lograr ser recibido por ETA casi como primera autoridad de su país, precisamente cuando su president estaba fuera, detalle que aumenta, si cabe, o bien la perversidad de la megalomanía de Carod o el despiste (llamémosle así) inexcusable de un president que, por el tono de sus comparecencias a lo largo de la crisis, parece haber optado por una pose bohemia que hace de la improvisación, la frivolidad y el cinismo sus mejores armas, o se arroja directamente al tremendismo catastrofista de un modo irresponsable (sus preocupantes referencias al 36).

Y Quinto.- Como prueba de cuanto digo, no resulta ni sorprendente ni atrevido que Carod se vaya a la arena electoral a recuperar esos votos para el Congreso, con la pretensión, después, de arrojarlos en la Plaça Sant Jaume, y darle a Maragall un recado para Rodríguez Zapatero como que la restitución del cargo de conseller en cap para él será innegociable si el PSC quiere seguir en la Presidencia.

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En conclusión: Con Rajoy en Moncloa y el plebiscito Carod ganado, Maragall dirá que sí. Si, además, Carod pierde, adiós al tripartit. Y si ganara Zapatero...¡Uf! Eso para la semana que viene.

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