Crítica:CLÁSICA | C. Borodin

Cuestión de genes

Los cuartetos de cuerda son como los seres vivos: nacen, se reproducen y mueren. Cambian sus miembros pero los genes siguen ahí, aunque mezclados con una savia nueva que debe adaptarse, como los yernos o las nueras, a las costumbres de la familia, a las tradiciones de los padres o de los abuelos. Algunos, como el Borodin, alcanzan tal longevidad que más de un cambio debe sucederse en el tiempo y el acoplamiento tarda unas veces más y otras menos. Pero el espíritu queda. En su caso, lo representan el violonchelista Valentin Berlinski, miembro fundador, y el segundo violín, Andrei Abramenkov. Si...

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Los cuartetos de cuerda son como los seres vivos: nacen, se reproducen y mueren. Cambian sus miembros pero los genes siguen ahí, aunque mezclados con una savia nueva que debe adaptarse, como los yernos o las nueras, a las costumbres de la familia, a las tradiciones de los padres o de los abuelos. Algunos, como el Borodin, alcanzan tal longevidad que más de un cambio debe sucederse en el tiempo y el acoplamiento tarda unas veces más y otras menos. Pero el espíritu queda. En su caso, lo representan el violonchelista Valentin Berlinski, miembro fundador, y el segundo violín, Andrei Abramenkov. Sin embargo, les queda aún cierto trecho al primer violín, Ruben Aharonian, y al viola, Igor Naidin, para que el cuarteto recuerde ce por be al originario.

Liceo de Cámara

Cuarteto Borodin. Obras de Mozart, Schubert y Brahms. Auditorio Nacional. Madrid, 15 de enero.

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