'Batalles perdudes', una antología de Joan Dolç

"Lo importante no es ganar", dice el autor, "sino la naturaleza de la causa que uno defiende, la manera de plantear las batallas y de afrontarlas". Todos los artículos de prensa que Joan Dolç (Alboraia, 1956) reúne en Batalles perdudes (El Tàvec, L'Eixam edicions) que acaba de publicarse plantean batallas diarias siempre perdidas, aunque resueltas con elegancia. Ésta es la manera en que el escritor ve la sociedad y que traduce a través de unas letras que denotan un pesimismo inapelable, siempre ácido, la receta para convertir la consternación en exquisitez que suministra en pequeñas cáp...

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"Lo importante no es ganar", dice el autor, "sino la naturaleza de la causa que uno defiende, la manera de plantear las batallas y de afrontarlas". Todos los artículos de prensa que Joan Dolç (Alboraia, 1956) reúne en Batalles perdudes (El Tàvec, L'Eixam edicions) que acaba de publicarse plantean batallas diarias siempre perdidas, aunque resueltas con elegancia. Ésta es la manera en que el escritor ve la sociedad y que traduce a través de unas letras que denotan un pesimismo inapelable, siempre ácido, la receta para convertir la consternación en exquisitez que suministra en pequeñas cápsulas o capítulos. El libro, que recoge algunas de sus artículos publicados en El Punt y en el semanario Valencia Semanal, se cierra con el capítulo que da nombre al conjunto. En este último reflexiona sobre lo que algunos consideran una batalla perdida: escribir en valenciano, "una condena al ostracismo", apostilla. Él "resiste" sin importarle que sea "una derrota anunciada". Además, pretende "salvar del olvido casi instantáneo al que están abocados", sus artículos de opinión, por "la contingencia del medio", a diferencia de la encuadernación que "por rústica que sea garantiza una vida razonable".

En Batalles perdudes reflexiona sobre la singularidad del individuo que se enfrenta "a la más monstruosa de las globalizaciones: la clonación". "Ser únicos es lo que nos hace amar y odiar, ser bohemios o unos hijos de puta" y perder la unicidad "resulta peor que la uniformidad cultural, ideológica y social", otras tiranías globalizadoras que también somete a análisis. Dolç también entra al trapo de los cánones que siguen los medios de comunicación, los periodistas y artistas como Berlanga y Almodóvar, personajes singulares siempre "incómodos de atacar", aunque no para él. La angustia de la adolescencia, la felicidad como un estado de recogimiento interno y las paradojas de vivir en un país aconfesional con símbolos religiosos instaurados son cuestiones tratadas. Concibe las ideologías de centro o apolíticas como "una constricción voluntaria de los esfínteres" y tampoco tiene pelos en la lengua para espetar que "Picasso se follaba literalmente el cuadro" por su costumbre de pintar casi desnudo. Para el autor, que también repasa la economía, las estadísticas legitiman conductas o las modifican. "Son una picaresca de élite que los americanos inventaron para entender la realidad y quitarse dolores de cabeza". Y para los que juegan a la lotería hace saber que "son impuestos que graban la miseria" pues los ricos no juegan.

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