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Grande Raúl

Aunque deberíamos estar curados de espanto tras observar cómo la carrera de Pau Gasol en la NBA rompía en sus dos primeras temporadas todos los pronósticos (esta tercera está resultando la más compleja y merece un análisis aparte), incluso los de sus más incondicionales defensores, hay que reconocer que la puesta en escena de Raúl López en la mejor Liga del mundo, sin ser tan ruidosa, también puede considerarse muy positiva. De Pau conocíamos su capacidad de progresión, apuntada sobre todo en su última temporada en España e independientemente del debate sobre la idoneidad de dar el salto a eda...

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Aunque deberíamos estar curados de espanto tras observar cómo la carrera de Pau Gasol en la NBA rompía en sus dos primeras temporadas todos los pronósticos (esta tercera está resultando la más compleja y merece un análisis aparte), incluso los de sus más incondicionales defensores, hay que reconocer que la puesta en escena de Raúl López en la mejor Liga del mundo, sin ser tan ruidosa, también puede considerarse muy positiva. De Pau conocíamos su capacidad de progresión, apuntada sobre todo en su última temporada en España e independientemente del debate sobre la idoneidad de dar el salto a edad tan temprana, su físico ideal para jugar a este deporte unido a una magnífica capacidad competitiva auguraban que tarde o temprano encontraría un lugar en el Olimpo baloncestístico. La sorpresa vino por la rapidez meteórica en subir escalafones más que en la duda sobre el éxito de su empresa.

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El reto de Raúl ofrecía muchas más sombras, fundamentadas en dos cuestiones primordiales, una casual y la otra estadística. La casual venía originada por dos graves lesiones, o una misma repetida, que es peor. La estadística se basaba en que así como las características físicas de Gasol son bastante difíciles de encontrar, un base jugón de poco más de 1,80 de altura supone una de las especies más comunes en la legión de aspirantes a la NBA, y sólo hace falta darse una vuelta por cualquier playground de las ciudades americanas. A ambas circunstancias ha tenido que hacer frente el base catalán y, por lo visto hasta ahora y poniendo las cosas en su justa medida, pues ni siquiera se ha llegado a la mitad de la temporada, el balance supera lo previsto. Su posición en el equipo parece consolidada como alternativa al base titular, cuenta con minutos de calidad y ha jugados suficientes buenos partidos como para ganarse el respeto de sus compañeros y una esperanzadora confianza de su entrenador. Incluso fue capaz en el primer mes de competición de convertirse en el base titular del equipo ante la baja de Arroyo y salir airoso.

Todo lo ocurrido hasta ahora y de la forma en que se ha producido muestra un perfil personal plausible, tanto en sus ya conocidas capacidades técnicas como en otros terrenos que al final son los que hacen grandes a los deportistas. Unido a Gasol no sólo por cuestiones generacionales sino por una parecida grandeza en sus ambiciones como jugador, nada, ni siquiera dos desesperantes años en el dique seco, han logrado frenar su entusiasmo, su inquebrantable compromiso en la consecución de un sueño. Para llegar donde está, Raúl ha tenido que ser extremadamente constante en el esfuerzo a sabiendas que su recompensa ni estaba segura ni desde luego cercana en el tiempo. Este duro aprendizaje, esas interminables horas de gimnasio y de banquillo vestido de calle, ese desierto afortunadamente atravesado, sin duda le ha hecho ya grande, independientemente del futuro que le espera, del que dependerán muchos factores, incluida la suerte, que sin duda se la merece en cantidades industriales.

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