Reportaje:AIRE LIBRE

Las islas donde vuela el arao

La reserva natural y marina de las Berlengas destaca en la costa portuguesa

A 10 kilómetros de la costa portuguesa, el archipiélago de las islas Berlengas se manifiesta como el vestigio terrestre más oriental de la Península. La fortificada localidad de Peniche, sobre los abruptos acantilados del cabo Carvoeiro, otea desde su privilegiada atalaya en tierra firme los escuetos perfiles de este grupo insular: Berlenga Grande, las Estelas y las Farilhoes. Los excepcionales valores biológicos de este ecosistema insular, con una riqueza ictiológica y ornitológica de primer orden, provocaron que en el año 1981 fuera declarado reserva natural y marina, abarcando una extensión...

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A 10 kilómetros de la costa portuguesa, el archipiélago de las islas Berlengas se manifiesta como el vestigio terrestre más oriental de la Península. La fortificada localidad de Peniche, sobre los abruptos acantilados del cabo Carvoeiro, otea desde su privilegiada atalaya en tierra firme los escuetos perfiles de este grupo insular: Berlenga Grande, las Estelas y las Farilhoes. Los excepcionales valores biológicos de este ecosistema insular, con una riqueza ictiológica y ornitológica de primer orden, provocaron que en el año 1981 fuera declarado reserva natural y marina, abarcando una extensión total de casi 10.000 hectáreas (78 corresponden a la isla principal). El arao, símbolo de la reserva, es la especie de avifauna más emblemática por ser el único lugar del país luso donde nidifica esta pequeña ave marina, similar a un pingüino. Pero, además, la importancia natural de las islas radica en el vasto patrimonio botánico y su mundo subacuático.

A 80 kilómetros al norte de Lisboa, en el puerto de Peniche, salen los barcos que atracan en el pequeño archipiélago. Conocido por los ricos fondos marinos, su símbolo es una 'rara avis' similar al pingüino.

La flora de las Berlengas está adaptada a unas condiciones climáticas, de aislamiento y presión muy peculiares, que se manifiesta en su porte herbáceo y arbustivo. Las cerca de 100 especies registradas, entre las que destacan algunos endemismos, sufren una dura intemperie entre los fuertes vientos invernales y la áspera sequía estival. Y tienen que soportar una gran población de conejos y ratones, las miles de gaviotas argénteas y el continuo pisoteo de los turistas que se salen de las sendas marcadas.

Mucho más desconocidos son los fondos marinos. La situación del archipiélago, asentado en el borde de la plataforma continental portuguesa, hace que, aunque las profundidades de su derredor rondan los 40 metros, la zona más oriental de las Estelas y las Farilhoes se precipite hacia un abismo que tiene entre los 1.200 y los 2.000 metros. Este hecho favorece la mezcla entre la fauna y flora acuática de dos mundos sumergidos muy diferentes, el de la luz y el de las tinieblas.

Los asentamientos humanos datan de la época en la que los navegantes fenicios rondaban la Península. Se sabe que ya un milenio antes de Cristo, en la Berlenga Grande -entonces isla de Saturno- se practicaban cultos al dios Baal-Mekart. Romanos, vikingos y árabes se disputaron la posesión del terruño durante varios siglos, y en la Edad Media eran las órdenes militares cristianas las que defendían el archipiélago de los piratas ingleses, normandos y berberiscos. De aquella época quedan los restos de lo que fue el monasterio de la Misericordia, retiro espiritual de la Orden de San Jerónimo. A mediados del siglo XVII, el rey portugués João IV mandó construir la fortaleza, aún existente, de San Juan Bautista para defender el enclave de la flota castellana, que, a pesar de ello, tomó la isla en 1666. Desde que los dos países ibéricos hicieran las paces, se fueron sucediendo las guarniciones militares en el fuerte de Berlenga, hasta que se abandonó en 1847. Hoy, el vetusto bastión berrocoso sirve de alojamiento y restaurante a los turistas.

Los barcos turísticos parten del puerto de Peniche y alcanzan en unos 45 minutos el pequeño muelle del Barrio dos Pescadores, en Berlanga Grande. La llegada regala las primeras imágenes de abruptos acantilados socavados de cuevas y arcos rocosos, como el de la punta Cabeza de Elefante, y en medio de este caos pétreo, la inexpugnable fortaleza de San Juan Bautista. El apretado grupo de casas de pescadores junto al embarcadero marca el inicio de la ruta a pie por el interior del islote. No tiene pérdida, porque es el único sendero que parte cerro arriba, pasa por un moderno faro en el punto más alto y vuelve a bajar hacia la fortaleza. El punto final de la senda es la Punta da Franca.

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Faro y fortaleza de San Juan Bautista en Berlenga Grande, la mayor de las islas Berlengas, en Portugal.PEDRO RETAMAR

GUÍA PRÁCTICA

Cómo llegar

- Peniche se sitúa a unos 80 kilómetros al norte de Lisboa (se llega por la autopista A-8). Desde Cáceres, la ruta más directa es la N-521 a Portalegre.

Dormir

- Quinta da Foz (00351 262 97 93 69). Largo do Arraial. Foz do Arelho. Palacete del siglo XVI, a un kilómetro de la playa. La doble, 85 euros.

- Quinta de Santa Catarina (00351 261 42 23 13). Rua Visconde de Palma de Almeida. Lorinha. Casona solariega del siglo XVI; a tres kilómetros del mar. 93.

- Pousada de Óbidos (00351 262 95 50 80). Castillo de Óbidos. En el interior de un castillo medieval. 149 euros.

Información

- Reserva natural das Berlengas (00351 262 78 79 10; 00351 262 75 04 05).

- Oficina de turismo de Peniche (00351 262 78 95 71).

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