Crítica:EMOCIONA!!!JAZZ

El sótano santuario

Hasta hace poco, Ravi Coltrane era un saxofonista del montón que intentaba abrirse camino en el jazz con la misma tímida precaución que, por ejemplo, un hijo de Albert Einstein en la física. Se le seguía por el apellido, y todavía resulta complicado explicar su música sin remitir de una u otra forma a la de su progenitor, en especial si toca como lo hizo en Clamores, en el cierre del muy atractivo Emociona!!!Jazz. Se adivina lejano el día en que Ravi Coltrane sea el vivo retrato de... Ravi Coltrane.

En su último disco, Mad 6, el hijo de John Coltrane muestra una faceta bastante m...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Hasta hace poco, Ravi Coltrane era un saxofonista del montón que intentaba abrirse camino en el jazz con la misma tímida precaución que, por ejemplo, un hijo de Albert Einstein en la física. Se le seguía por el apellido, y todavía resulta complicado explicar su música sin remitir de una u otra forma a la de su progenitor, en especial si toca como lo hizo en Clamores, en el cierre del muy atractivo Emociona!!!Jazz. Se adivina lejano el día en que Ravi Coltrane sea el vivo retrato de... Ravi Coltrane.

En su último disco, Mad 6, el hijo de John Coltrane muestra una faceta bastante menos loca y salvaje de lo que sugiere el título, en parte porque utiliza con generosidad el saxo soprano (instrumento algo pérfido que tiende a igualar temperamentos, incluso los más peculiares) y también, en parte, porque la producción utiliza un discutible arsenal de cosméticos.

Ravi Coltrane Quartet

Ravi Coltrane (saxo tenor), Louis Perdomo (piano), Drew Grees (contrabajo) y Rodney Green (batería). Clamores. Madrid, 7 de diciembre.

En Clamores no hubo ni saxo soprano, ni crema base, ni maquillajes espesos. Sobre el escenario sólo se escuchó la verdad de una música fogosa y esforzada, algo así como un eslalon sobre lava que ganó en pálpito emocional cuanto más pronunciadas se hicieron la pendientes. Incluso el propio Ravi debió de sentirse algo mareado de ese vaivén frenético porque, acabada la primera pieza, le pidió a su batería que se moderase un poco. Como quiera que Rodney Green le hizo caso más bien omiso, el mapa del concierto volvió a describir una sucesión de curvas sin peralte y rectas de un solo acelerón.

Coltrane hijo pareció disfrutar de lo lindo en ambas situaciones. Se le vio suelto en el manejo del tenor, quizá porque ha descubierto que lo más natural es tocar como pide el cuerpo y el cuerpo le pidió un reencuentro genético con Coltrane padre. Ahí estaba el sonido fornido, la riqueza de armónicos y la colección de ideas en cascada; por supuesto, faltaba el talento y la imaginación del padre, pero ya se sabe que los genios no admiten clones.

Sin referencias familiares que honrar, Louis Perdomo también alcanzó clímax sin aparente esfuerzo, anclado en una ortodoxia que, a veces, parecía dictada por McCoy Tyner, y otras por pianistas anónimos reunidos. Estuvo brillante en el que fue seguramente el Round Midnight más rápido de la historia, llevado a tempo de degüello como si él y sus compañeros quisieran condensarlo entero en ese minuto crucial. No pudo ser porque Coltrane y Perdomo dilataron sus solos sin mirar el reloj. Lo más afín a un segundero fue el walkin grave y firme de Drew Gress, pero hasta el serio contrabajista se dejó contagiar a menudo del sofoco colectivo. Sobra decir que el principal provocador fue Rodney Green, manojo de maderas nerviosas, brazos en vuelo. Desde luego, nadie le hubiera votado para campeón de la sutileza, pero contribuyó a que el entrañable sótano de Clamores volviera a convertirse en un santuario del jazz.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En