Editorial:

Torbellino saudí

Arabia Saudí ha pasado en dos años de una inmutable petrificación política a estar en el ojo del huracán del terrorismo fundamentalista islámico. Cuando aún colean las operaciones de seguridad relacionadas con el triple atentado suicida que dejó en mayo en Riad 35 muertos, la capital saudí ha vuelto a verse sacudida por otra matanza de características similares. Pero mientras aquélla iba dirigida fundamentalmente contra occidentales -murieron nueve estadounidenses-, ésta, perpetrada en pleno Ramadán, ha tenido por objetivo una barriada residencial donde la mayoría de sus vecinos son árabes, ac...

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Arabia Saudí ha pasado en dos años de una inmutable petrificación política a estar en el ojo del huracán del terrorismo fundamentalista islámico. Cuando aún colean las operaciones de seguridad relacionadas con el triple atentado suicida que dejó en mayo en Riad 35 muertos, la capital saudí ha vuelto a verse sacudida por otra matanza de características similares. Pero mientras aquélla iba dirigida fundamentalmente contra occidentales -murieron nueve estadounidenses-, ésta, perpetrada en pleno Ramadán, ha tenido por objetivo una barriada residencial donde la mayoría de sus vecinos son árabes, acomodados, pero árabes. Washington había emitido la víspera su segunda alerta en semanas sobre una inminente amenaza terrorista en el reino del petróleo.

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Aunque están todavía cercanos los tiempos en que el régimen de Riad descartaba enfáticamente la presencia de secuaces de Osama Bin Laden en su territorio, el Gobierno ha atribuido inmediatamente a Al Qaeda el asesinato masivo. En muy pocos meses, la realidad ha sacado a la somnolienta dictadura de un sopor intelectual según el cual haber alentado durante años el integrismo la hacía inmune a los designios de los dinamiteros. El terrorismo islamista globalizado tiene mucho que ver con el caldo de cultivo doctrinal y financiero emanado del sistema saudí, cuya monarquía feudal ha mantenido la tranquilidad interna y apaciguado su ambivalencia -proocidental de puertas afuera y fundamentalista en casa- subvencionando fanatismos en nombre de su wahabismo extremo. Pero la situación fue alterada radicalmente por el 11-S y la polarización mundial subsiguiente, impulsada por la cruzada sin fronteras de EEUU contra el terror.

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Durante los últimos meses, las fuerzas de seguridad saudíes han matado a decenas de extremistas, detenido a centenares y aprehendido grandes arsenales de armas. El nuevo bombazo de Riad certifica que el objetivo ampliado de Al Qaeda es la desestabilización de una monarquía a la que consideran irremisiblemente corrompida por su alianza de medio siglo -decaída, pero alianza- con el gran satán estadounidense.Los hechos muestran no sólo que La Red es plenamente operativa en Arabia Saudí, sino también el nihilismo inherente a esta forma extrema de psicopatía. La matanza del sábado en la cuna de los santos lugares musulmanes iba dirigida básicamente contra musulmanes y se ha perpetrado durante el mes sagrado de un credo en cuyo nombre, como apóstoles flamígeros y purificadores, los asesinos dicen actuar.

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