El Floridita vuelve a contar con Hemingway

Hace aproximadamente medio siglo, el escritor norteamericano Ernest Hemingway inmortalizó así en Islas en el Golfo los daiquiris que hacía el barman catalán Constantino Ribalaigua en el bar-restaurante El Floridita: "Había bebido dobles daiquiris helados, de los grandiosos daiquiris que preparaba Constante, que no sabían a alcohol, y que al beberlos daban una suave y fresca sensación. Como la del esquiador que se desliza desde la cima helada de una montaña, en medio del polvo de la nieve. Y luego, después de un sexto u octavo, la sensación de loca carrera de un alpinista, ...

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Hace aproximadamente medio siglo, el escritor norteamericano Ernest Hemingway inmortalizó así en Islas en el Golfo los daiquiris que hacía el barman catalán Constantino Ribalaigua en el bar-restaurante El Floridita: "Había bebido dobles daiquiris helados, de los grandiosos daiquiris que preparaba Constante, que no sabían a alcohol, y que al beberlos daban una suave y fresca sensación. Como la del esquiador que se desliza desde la cima helada de una montaña, en medio del polvo de la nieve. Y luego, después de un sexto u octavo, la sensación de loca carrera de un alpinista, que se ha soltado la cuerda, al ir bajando por la helada cima de una montaña". Cincuenta años después, El Floridita ha querido inmortalizar a Hemingway con una escultura de bronce de tamaño natural, que representa al escritor acodado en la barra, en la esquina en que solía sentarse durante sus largas libaciones habaneras en este local, abierto en 1817 con el nombre de La Piña de Plata. La escultura pesa unos 400 kilos y es obra de José Villar, autor de un John Lenon de las mismas características que preside un parque de La Habana. No tuvo Villar que documentarse demasiado sobre el premio Nobel: el estado natural de Papa Hemingway era ése, haciendo músculo en el mostrador con una copa en la mano.

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