Crítica:JAZZ | Ed Simon Trio

Precisión flexible

Conservar la calma y el control ante el teclado en todo momento (herencia de su formación clásica) y fiarse más de las ideas espontáneas que de las premeditadas (legado de su vocación jazzística) son los dos pilares filosóficos que Simon reconoce como prioritarios. Se podría objetar, con razón, que éstas no son premisas suficientes por si solas para garantizar resultados extraordinarios, pero el venezolano dispone también de otros dos sólidos soportes que le permiten asentar su música sobre cimientos a prueba de pólvora: el talento natural y la puntería para seleccionar repertorio y compañeros...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Conservar la calma y el control ante el teclado en todo momento (herencia de su formación clásica) y fiarse más de las ideas espontáneas que de las premeditadas (legado de su vocación jazzística) son los dos pilares filosóficos que Simon reconoce como prioritarios. Se podría objetar, con razón, que éstas no son premisas suficientes por si solas para garantizar resultados extraordinarios, pero el venezolano dispone también de otros dos sólidos soportes que le permiten asentar su música sobre cimientos a prueba de pólvora: el talento natural y la puntería para seleccionar repertorio y compañeros de concierto. Ahora sí, con una columna maciza en cada punto cardinal, ya es posible hacerse idea de cómo sonaron Simon y los suyos en la última jornada de la semana que han actuado en Calle 54.

Ed Simon Trio

Ed Simon (piano), Drew Gress (contrabajo) y Dafnis Prieto (batería). Calle 54. Madrid. 12 de octubre.

El trío funcionó con una precisión flexible: no tanto como una fría maquinaria suiza, sino como un esbelto reloj de arena. No se observó atropellamiento en las notas cuando les tocó pasar por la cintura de avispa del vidrio y tampoco se detectó ningún traspiés en las continuas alternancias de tensión y relajación.

Un buen ejemplo estuvo en el arreglo laberíntico del inmortal Woody'n you, de Dizzy Gillespie, y otro más en el formidable rodeo que el trío dio hasta llegar a la melodía de El día que me quieras. Simon desplazó acordes de su sitio original sin despertarlos, jugó con su batería a los contrarritmos sin derribar ni una barra de compás y dibujó líneas intrincadas con trazo seguro y natural. Le secundó un prodigio cubano de 29 años que, por físico y osadía casi adolescente, aparentaba tener al menos 10 menos. Su nombre, Dafnis Prieto. Conviene retenerlo, porque actuó más como un aventajado concertino de percusión que como un mero batería acompañante.

Entre corazones tan ardientes, el estadounidense Drew Gress desempeñó su labor con admirable ponderación y a la debida distancia.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En