Reportaje:

El pintor que no quiere vender

El arquitecto Manuel Jorge muestra en Xàbia su obra gráfica 42 años después de su primera, única y elogiada exposición

"Nunca jamás hablo de mi pintura porque la pintura debe decirlo todo y el pintor callar. Ahora hay tanto charlatán en el mundo del arte que nos quiere vender una serie de cosas que no se venden por sí mismas, por eso nos sueltan unos rollos que son más abstractos que la propia obra abstracta de la que hablan". Manuel Jorge conserva aún su acento gallego. Llegó a Xàbia hace más de 40 años, cuando la población costera de La Marina Alta era un "paraíso". "Ahora es otra cosa", añade.

Junto a su mujer, la finlandesa Christina Snellman, también pintora, Manuel Jorge había recorrido la costa m...

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"Nunca jamás hablo de mi pintura porque la pintura debe decirlo todo y el pintor callar. Ahora hay tanto charlatán en el mundo del arte que nos quiere vender una serie de cosas que no se venden por sí mismas, por eso nos sueltan unos rollos que son más abstractos que la propia obra abstracta de la que hablan". Manuel Jorge conserva aún su acento gallego. Llegó a Xàbia hace más de 40 años, cuando la población costera de La Marina Alta era un "paraíso". "Ahora es otra cosa", añade.

Junto a su mujer, la finlandesa Christina Snellman, también pintora, Manuel Jorge había recorrido la costa mediterránea desde Cadaqués buscando un lugar perfecto donde desarrollar su trabajo como arquitecto, que le ha proporcionado prestigio, y sobre todo donde poder cultivar "en soledad" su gran pasión, la pintura. Lo encontró a unos pocos kilómetros del núcleo urbano de la localidad de La Marina Alta, comarca donde ha proyectado la mayor parte de sus casas y chalets.

Hace más de 40 años fue objeto de tres exposiciones en Madrid, Barcelona y Santiago de Compostela que fueron recibidas como el inicio de una muy prometedora carrera. Nunca volvió a exponer. "No estoy de acuerdo con las galerías y el follón que hay alrededor del arte. Tanto mercader y tanta publicidad...", aclara este arquitecto y pintor de 73 años.

Siendo joven vendió un cuadro que él mismo compró más tarde para recuperarlo. De hecho, Manuel Jorge no quiere vender sus cuadros. Ni vender, ni permutar. Así se refleja en una cláusula de la Fundación Manuel Jorge constituida por el artista y un grupo de amigos con el fin de mantener vivo su legado, cuidándolo y exhibiéndolo, una vez desaparezca el pintor y arquitecto. "No tengo hijos, ni herederos directos; tampoco mi mujer. Cuando nos hayamos ido no queremos que los 1.300 cuadros, más la obra gráfica, se tire o vayan a parar a un sótano. La idea es que la obra permanezca unida. Los cuadros son como mis hijos", explica por teléfono desde su residencia de Xàbia, rodeado de naranjos y limoneros.

Algunos de los muy pocos que han visto sus cuadros, como el escritor Ignacio Carrión, no dudan en elogiarlos. "Por extenso y notable que haya sido su recorrido en la arquitectura, el arte que Manuel Jorge secretamente ha cultivado -la pintura- excede con creces su labor profesional por la que es conocido y admirado. Dicho de otro modo: Manuel Jorge es un pintor que además es arquitecto", apunta Carrión en el catálogo del libro Manuel Jorge Pinturas 1952-2002 que reproduce una selección de 140 cuadros de la producción del pintor y arquitecto. Un catálogo que funciona, en realidad, a modo de presentación pública de las actividades de la fundación, al igual que la exposición en la galería Isabel Bilbao de Xàbia que se inaugura hoy con obra gráfica reciente de Manuel Jorge. Donada a la fundación por el artista, estos trabajos sobre catedrales sí que saldrán a la venta para obtener fondos con el objeto de dotar y mantener a la fundación. En el futuro se pretende busca un espacio para la exhibición de los cuadros. Por todo ello, Manuel Jorge parece que se ha decidido a hablar de su pintura, que practica siempre en soledad, compartiendo el espacio del estudio con su mujer, si bien nunca coinciden en el mismo.

El artista no sigue estilos ni tendencias determinadas en su pintura. Pinta lo que le "nace", lo que le apetece. Depende del estado de ánimo. De modo que simultanea la pintura figurativa con la abstracta, los retratos de influencia goyesca con pinturas que recuerdan las formas de las esculturas de Chillida o de las tonalidades de Rothko.

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Hijo de una familia humilde, Manuel Jorge ha vivido en Nueva York y París, entre otras ciudades, y viaja todos los veranos a Finlandia. También se desplaza con cierta frecuencia a Madrid y Barcelona para "cargar las pilas". Su principal crítica es su mujer, que dice no entender muy bien el predominio del negro en la obra de su marido, viviendo en un lugar tan resplandeciente como Xàbia. "A mi mujer le gustan mucho los colores, quizá porque procede de Finlandia, donde no hay muchos", comenta. En su caso, hay un predominio del negro, destacando sobre todo los retratos.

Su tierra natal también está muy presente en su obra. "Llevo dentro esa luz de Galicia como un velo que lo cubre todo". Su infancia, sus padres, su familia de Chantada, componen un territorio feliz al que vuelve con asiduidad en sus obras. "Me han marcado mucho aquellas noches tan largas, en aquellas cocinas, que no eran como las de ahora, en las que nos reuníamos alrededor del fuego y mis familiares contaban historias, sobre mi abuelo, por ejemplo, que emigró a América", recuerda.

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