Análisis:

En España sí puede pasar

Desde que Italia sufrió el apagón el domingo de la semana pasada, la pregunta más extendida es si un accidente similar puede suceder en España. Después de los apagones en Estados Unidos y en Londres, la cuestión palpitante, como se decía en tiempos de Echegaray, se ventila en si los mercados eléctricos mundiales están regulados o desregulados de forma suficiente; con el añadido en el caso de Europa de que los mercados nacionales parecen cada vez más pequeños, estrechos y aislados. Piden a gritos un mercado energético continental.

La respuesta a la pregunta ...

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Desde que Italia sufrió el apagón el domingo de la semana pasada, la pregunta más extendida es si un accidente similar puede suceder en España. Después de los apagones en Estados Unidos y en Londres, la cuestión palpitante, como se decía en tiempos de Echegaray, se ventila en si los mercados eléctricos mundiales están regulados o desregulados de forma suficiente; con el añadido en el caso de Europa de que los mercados nacionales parecen cada vez más pequeños, estrechos y aislados. Piden a gritos un mercado energético continental.

La respuesta a la pregunta ¿Puede pasar en España? es sí..., aunque no por las mismas razones que en Italia. El apagón italiano se explica por la importancia de la electricidad francesa y suiza para el mercado interior de la península. La secuencia de acontecimientos que explican el apagón podría ser la siguiente: un incidente corta la entrada en electricidad procedente de la frontera; la insuficiencia del suministro para cubrir la oferta trastoca la frecuencia de la red; como consecuencia, saltan los relés de las centrales eléctricas en funcionamiento, que se van apagando sucesivamente; como la red italiana tiene una configuración lineal, cada zona de población que sufre el apagón de la central no puede ser suministrada por otras centrales a través de transportes alternativos, el apagón se prolonga el tiempo que necesitan las centrales apagadas para volver a reiniciarse (6 horas aproximadamente una central de carbón, 20 horas una nuclear). De ahí que la falta de luz durase varias horas y se acentuara la sensación de catástrofe.

El exceso de potencia instalada sobre la demanda eléctrica real ha caído del 20% en 1996 al 6% en la actualidad

Como puede apreciarse en esta descripción, el apagón se produce por deficiencias de suministro y por deficiencias en la red de transporte. Si Italia hubiese tenido una red mallada, es decir, en forma de tela de araña o con dobles vías de suministro, el apagón no se hubiera extendido por toda Italia; se hubiera detenido en una zona. En el caso de España, la probabilidad de que se propague un apagón generalizado es muy reducida. La razón fundamental es que el mercado eléctrico español esta aislado prácticamente como una isla -apenas recibe del exterior el 1% de la electricidad que consume, frente al 22% de Italia-, Red Eléctrica Española, nacionalizada por el el primer gobierno socialista, desarrolló sistemas complejos de transporte y distribución para aislar los potenciales incidentes en las centrales y garantizar que la zona afectada por la interrupción recibía suministro por otras vías. El tejido de esta red requirió cuantiosas inversiones en duplicación y modernización de líneas de transporte, a un ritmo de unos 90.000 millones de pesetas anuales durante 10 años, al menos hasta 1995.

El mercado eléctrico español no tiene un problema de transporte, salvo en zonas muy reducidas. Pero puede tener un problema de generación, es decir, de producción de electricidad en cantidades suficientes para atender las puntas de demanda. Los ingenieros planificadores empiezan a inquietarse por el descenso del llamado coeficiente de cobertura, que es la relación entre potencia efectiva disponible con demanda efectiva de electricidad. Si en 1996 el coeficiente era de 1,20 (es decir, existía un margen o exceso de potencia disponible del 20%), hoy el coeficiente es de aproximadamente el 1,06 (es decir, el margen ha bajado al 6%).

¿Por qué se ha producido este descenso? No por culpa del consumidor ni del Gobierno; porque durante años los consumidores estuvieron pagando a las compañías eléctricas de casi 200.000 millones de pesetas anuales en concepto de Garantía de Potencia (GP), es decir, para que nunca jamás se produjeran problemas de suministro por falta de producción de electricidad. Las eléctricas siguen percibiendo una retribución en concepto de GP, aunque inferior al que recibían cinco años atrás.

Así que en España sí puede ocurrir; y para disminuir el riesgo las inversiones deberían concentrarse en aumentar la conexión internacional -que España deje de ser una isla eléctrica- y en plantas de generación eléctrica. La seudoliberalización del mercado eléctrico ha tenido al menos una consecuencia clara, aunque no está claro que sea deseable: los ingresos que han obtenido las empresas por la vía de las tarifas se han dedicado a los programas de diversificación de las empresas (telecomunicaciones, agua, servicios urbanos) o en Latinoamérica, en perjuicio de las inversiones en mejora y mantenimiento del parque.

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