Entrevista:EL CABRERO | Cantaor

"En el flamenco, o eres vertical como una montaña o las olas te arrastran"

José Domínguez, El Cabrero, es, como canta Silvio Rodríguez, "un hombre feliz". En Pequeña serenata diurna, el trovador cubano pide perdón por su felicidad y es casi lo que le ocurre a El Cabrero. "Me parió mi madre para entregarme al sol y a lo que venga y ni tengo prisa ni me quejo. Me mantengo", sentencia. El cantaor de Aznalcóllar (Sevilla), de 59 años, subió a los escenarios a principios de la década de los setenta de la mano de Salvador Távora con Quejío, el primer espectáculo de La Cuadra. Desde entonces ha sido referencia en el flamenco por sus cantes profundos, si...

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José Domínguez, El Cabrero, es, como canta Silvio Rodríguez, "un hombre feliz". En Pequeña serenata diurna, el trovador cubano pide perdón por su felicidad y es casi lo que le ocurre a El Cabrero. "Me parió mi madre para entregarme al sol y a lo que venga y ni tengo prisa ni me quejo. Me mantengo", sentencia. El cantaor de Aznalcóllar (Sevilla), de 59 años, subió a los escenarios a principios de la década de los setenta de la mano de Salvador Távora con Quejío, el primer espectáculo de La Cuadra. Desde entonces ha sido referencia en el flamenco por sus cantes profundos, sin artificios y ajenos a los más tentadores vientos. El cantaor goza tanto con su trabajo, que no necesita un descanso.

Pregunta. ¿De verdad que nunca se toma unas vacaciones?

Respuesta. No siento la necesidad. Tengo la suerte de encontrarme tan bien en los escenarios como en el campo. No me hago ni me deshago y, una vez que la salud me acompañe, ¿qué más puedo pedir?

P. Bueno, pues aunque sea trabajando, ¿cuál ha sido el mejor verano de su vida?

R. Un año, en septiembre, que hice una gira con Peter Gabriel por Norteamérica. Íbamos en autobús y a mí me gusta mucho ver el paisaje; así que todo lo que no dormí lo dediqué a empaparme de aquellas vistas. Aquí hay trocitos de paisaje, pero aquello es impresionante desde Denver a Las Vegas.

P. ¿Y qué hay de la playa?

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R. Me gusta acercarme a la orilla, pero con cuidado. Una vez me bañé en la playa y me tuve que bañar otra vez porque me quedó como un snobismo. Así que me dije: ¡no me baño nunca más! Yo no soy marinero.

P. ¿Todavía sale con su rebaño de cabras por Aznalcóllar?

R. Sí, para mí es un descanso y tiene uno que hacer un poquito de piernas. Tengo unas cien, de una raza muy buena, del color de los botellines. Son todas retintas y con cuernos duros.

P. En sus últimos conciertos, nunca faltan los tangos, pero argentinos, ¿se está acercando a otras músicas?

R. Mis pañales y mis olores son el flamenco y, aunque me gusta otras muchas músicas como el jazz, no estoy a la altura por el inglés. El tango es distinto, le pongo todo mi cariño y es algo que le llega a cualquier persona. El flamenco se puede permitir el lujo de abarcar otras músicas. Aunque en el flamenco, o eres vertical como una montaña o las olas te arrastran.

P. Hace varios años que no saca disco nuevo. ¿Tiene algo previsto?

R. Ahora, como está la cosa con los piratas, prefiero llevárselo al público. Cuando tengo algo nuevo lo canto en los conciertos. Son mis letras de siempre. No hablan de amores, sino de la utilidad del hombre, la naturaleza y los animales.

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