PERSONAJES DEL SIGLO XX | Scott Fitzgerald | PERFILES

El encanto del romanticismo del fracaso

Sin embargo, antes de ostentar como nadie en Hollywood esta aureola del fracaso, antes de ser este Fitzgerald que, según Anita Loos, "andaba siempre incómodo entre sus antiguos compañeros e incomodándoles a todos pidiendo perdón por nada, titubeante y embarazoso, como si en realidad deseara disculparse por su pasado", antes, 11 años antes, Fitzgerald llegó a Hollywood, por vez primera, precedido por el eco de la fama, la leyenda y la fortuna que proporcionan el triunfo: no el triunfo romántico del fracaso, sino el del éxito. Era entonces (llegó a la capital de la industria del cine en 1927) el...

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"En el suelo alineaba las botella de Coca-Cola, que eran la muestra de su verdadero trabajo: no beber alcohol"

Sin embargo, antes de ostentar como nadie en Hollywood esta aureola del fracaso, antes de ser este Fitzgerald que, según Anita Loos, "andaba siempre incómodo entre sus antiguos compañeros e incomodándoles a todos pidiendo perdón por nada, titubeante y embarazoso, como si en realidad deseara disculparse por su pasado", antes, 11 años antes, Fitzgerald llegó a Hollywood, por vez primera, precedido por el eco de la fama, la leyenda y la fortuna que proporcionan el triunfo: no el triunfo romántico del fracaso, sino el del éxito. Era entonces (llegó a la capital de la industria del cine en 1927) el escritor de su generación más mimado por Fortuna. "Los Fitzgerald" era denominación mágica, nombre de un mito que pronunciado en las noches de Beverly Hills dejaba tras de sí una estela de hechizo, admiración y dorados acentos de la Riviera francesa. Hacía un par de años que se anunciaba la llegada del escritor, pero ni siquiera Hollywood podía creerse objeto de semejante honor. La primera fiesta a la que Scott y Zelda acudieran la organizó Carmen Myers, actriz a quien el legendario matrimonio había conocido en Roma, durante el rodaje de Ben Hur, y nunca, en su carrera de anfitriona, había logrado reunir a tan prestigiosos nombres. Se dijo que "los Fitzgerald" llegaron más bien tímidos a la fiesta, pero despidiendo, desde su retraimiento, profundas corrientes de encanto y seducción. Y desaparecieron en seguida. "Encontraron el vestuario, se llenaron los brazos de bolsos de señora y se dirigieron a la cocina. Miss Myers fue la primera en percatarse de que algo se estaba quemando. Rápidamente fue a la cocina. Allí, la anfitriona y sus invitados descubrieron a Scott y a Zelda muertos de risa. En el fogón había una olla gigante y, dentro, estaban los bolsos, hirviendo jubilosamente en salsa de tomate". Eran los juegos de Zelda. Y a Scott le encantaba participar en ellos.

A veces tomaba su coca-cola en la llamada "mesa de los escritores" junto a nuevos y viejos compañeros. Y, aunque se esforzaba -y se esforzaban los demás- para que "nada se notara", su aspecto seguía siendo el que tanto sorprendiera a Mrs Hacket. El mismo Fitzgerald lo describiría más tarde, cuando sustituido de nuevo el ritual de la Coca-Cola por el del alcohol, recobró el discurso que siempre lo había unido a sí mismo -y que, esta vez, esta última vez, lo uniría a la muerte inmediata-, y escribió El último magnate, novela inacabada, en la que trabajaba cuando murió. "Era, evidentemente, un hombre al que le había pasado algo. Conocerle era como encontrarse con un amigo aturdido por causa de una pelea o una colisión. Se queda uno con la vista fija en el amigo y le pregunta: "¿Qué te ha pasado?", y él responde algo ininteligible entre los dientes rotos y los labios hinchados. "Ni siquiera tiene fuerzas para explicarse".

El gran escritor

Scott Fitzgerald, novelista estadounidense, nació en Saint Paul (Minnesota) en 1896. Es uno de los representantes de la "generación perdida". Estudió en la Universidad de Princeton. Tenía 24 años cuando publicó su primera novela, A este lado del paraíso (1920). Se casó con Zelda Sayre. Con su novela El gran Gatsby (1925), que refleja el espíritu de la sociedad de su tiempo, la crítica se deshizo en elogios hacia quien hasta entonces había tendido a minusvalorar. Convencido de su propio fracaso como escritor, arruinado, enfermo y alcohólico, Fitzgerald se emplea como guionista en Hollywood a partir de 1936. Allí comienza a escribir su novela inacabada, El último magnate. El 21 de diciembre de 1940 muere de un ataque al corazón.

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