Crítica:TEATRO | CULTURA Y ESPECTÁCULOS

De vueltas al Madrid del sainete

San Lorenzo: el barrio se averbena, las callejuelas son como las barras de la parrilla donde ardió el santo en un día como ahora. Por eso hace tanto calor, dicen: y al sol le llaman Lorenzo. En el barrio hay madrileños de chaleco y gorra, madrileñas de clavel en la cabeza y mantoncillo chiné. Y hay chinos, árabes, negros, americanos de varias alturas geológicas.

En una callecita, San Cosme y San Damián, hay un teatro ruso, que lleva el nombre de Chéjov: lo dirige Ángel Gutiérrez, un "niño ruso", y para festejar a San Lorenzo ha puesto en escena tres sainetes de Arniches. Un género que h...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

San Lorenzo: el barrio se averbena, las callejuelas son como las barras de la parrilla donde ardió el santo en un día como ahora. Por eso hace tanto calor, dicen: y al sol le llaman Lorenzo. En el barrio hay madrileños de chaleco y gorra, madrileñas de clavel en la cabeza y mantoncillo chiné. Y hay chinos, árabes, negros, americanos de varias alturas geológicas.

En una callecita, San Cosme y San Damián, hay un teatro ruso, que lleva el nombre de Chéjov: lo dirige Ángel Gutiérrez, un "niño ruso", y para festejar a San Lorenzo ha puesto en escena tres sainetes de Arniches. Un género que ha muerto, como el espíritu de Madrid que representaba: como la vida misma, se decía, por su lenguaje y sus situaciones. Didáctico, comprensivo, bondadoso.

LORENZO

Los sainetes más refrescantes de Carlos Arniches (El zapatero filósofo, El premio de Nicanor, Los milagros del jornal). Intérpretes: Rocío Mostaza, Ana Hernández, Inma Martín, Germán Estebas, Ángel Jiménez, Cristian Pena, Nacho Marraco, Javier Godino. Pianista: Andrés Ruiz de la Peña. Dirección: Ángel Gutiérrez. Teatro de Cámara Chejov. Madrid.

Y si otra pareja parece que se arregla mejor, será porque la esposa es más bien casquivana y el prestamista del barrio se le arrima. Del todo, parece. Sigue vivaracho el lenguaje: no sé si todos entenderán todas las palabras que han caído en desuso.

Era un lenguaje tan limpio y tan honrao como la intención del sainete, con esos madrileñismos que las más de las veces consistían en imitar palabras cultas con otro significado y otra prosodia. Malapropismo, se llama en inglés esa figura (que también viene del teatro). Aquí alguien acaba de decir "ostentóreo" por estentóreo: la cultura cambia, la incultura, no.

No llevan mal actrices y actores el acento madrileño ya extinguido: lo apresuran un poco, lo gritan demasiado y, para lo que es Arniches, le quitan la falsa gravedad. Y le añaden comicidad de gesto y contrahechura. Es difícil imitar a los antepasados. Con los chotis que se marcan, pasa lo mismo: los marean.

A veces, valsados; a veces, con las piernas encogidas y estiradas del tango. Bueno, suenan bien, el maestro los toca al piano con gracia y la gente no los puede corear porque no se los sabe. Una buena velada, unos buenos aplausos: el teatrillo ruso sale del alma eslava por unos días.

Archivado En