Crítica:CINE

Poca fatalidad y mucho truco

Brian de Palma suele introducir en las películas que hace una secuencia tomada de prestado de un monumento de la historia del cine -recordemos su repetición de la escena de las escalinatas del puerto de Odessa de El acorazado Potemkin en la estación de Chicago en Los intocables de Eliot Ness- a la que se llega a traves de brillantes recovecos argumentales llenos de trucos e instalados en lo inverosímil. Femme fatale tiene en esos pliegues y está llena de esos trucos que huelen a sombras de buen cine, pero como conjunto pesa y adolece de graves altibajos.

Por un lado...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Brian de Palma suele introducir en las películas que hace una secuencia tomada de prestado de un monumento de la historia del cine -recordemos su repetición de la escena de las escalinatas del puerto de Odessa de El acorazado Potemkin en la estación de Chicago en Los intocables de Eliot Ness- a la que se llega a traves de brillantes recovecos argumentales llenos de trucos e instalados en lo inverosímil. Femme fatale tiene en esos pliegues y está llena de esos trucos que huelen a sombras de buen cine, pero como conjunto pesa y adolece de graves altibajos.

Por un lado, su arranque es confuso e insuficiente para engrasar la alta atención que requieren los retorcimientos de la intriga que le sigue; y, por otro, no acaban de convencer los dos personajes centrales (los otros son muletas). Antonio Banderas actúa con solvencia, pero su paparazzo es impreciso y su fuerza baja a medida que se va dando a conocer; al mismo tiempo que Rebecca Romijn-Stamos, cuyo enrevesamiento conocemos pronto se va oscureciendo hasta casi la opacidad. El eco de Marnie y otros rincones de Hitchcock, tantas veces convocados por Brian de Palma, no sólo no aclaran nada, sino que contribuyen a confundir más.

FEMME FATALE

Dirección: Brian de Palma. Intérpretes: Rebecca Romijn-Stamos, Antonio Banderas, Peter Coyote, Eriq Ebouaney. Género: thriller, Francia / EE UU, 2002. Duración: 110 minutos.

Estas zonas bajas hacen de Femme fatal una película llena de meandros en la que a ratos nos metemos en la intriga -que tiene momentos tan bien logrados como el la escena de sexo entre Banderas y Romijn-Stamos en el tugurio de los macarras vestidos de cuero negro- y a ratos nos salimos desorientados y desganados. Es una nueva película irregular de un buen director víctima de su mal cálculo y de la serie de efectos de sorpresa con construye el filme que deja ver entonces lo que tiene de juego desalmado sin poder de captura del dolor y la fatalidad.

Archivado En