OPINIÓN DEL LECTOR

Gerald Brenan fue el primero en las Alpujarras

La atracción por el campo y el pueblo pequeño o aldea, es tan grande y común en el ser humano, como la libertad para el preso. Todos, absolutamente todos, sentimos idéntica pasión vital, por recuperar algún día ese ritmo pausado y lento, para el que fuimos programados, pero sólo algunos son conscientes de su importancia. Me refiero a los artistas, escritores y demás creadores para quienes la vida en el campo o en el pueblo siempre fue algo más que una utopía. Para muchos fue, y sigue siendo, pura razón de supervivencia.

Sírvanos esta introducción para mejor comprender ese nuevo estilo d...

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La atracción por el campo y el pueblo pequeño o aldea, es tan grande y común en el ser humano, como la libertad para el preso. Todos, absolutamente todos, sentimos idéntica pasión vital, por recuperar algún día ese ritmo pausado y lento, para el que fuimos programados, pero sólo algunos son conscientes de su importancia. Me refiero a los artistas, escritores y demás creadores para quienes la vida en el campo o en el pueblo siempre fue algo más que una utopía. Para muchos fue, y sigue siendo, pura razón de supervivencia.

Sírvanos esta introducción para mejor comprender ese nuevo estilo de vida, tan en boga hoy en la Alpujarra, y que puso de moda, hace ya muchos años, el escritor inglés Gerald Brenan (1894-1987), con su libro Al sur de Granada. La publicación de esa obra magistral y su no menos apasionante Memoria personal, 1920/1975, en la que también dedica unos capítulos a la Alpujarra, convirtieron a ésta en una nueva Arcadia o tierra prometida a la que emigrar, en busca de la libertad y el sosiego indispensables para reencontrarse consigo mismo.

No otra cosa fue lo que éste hizo, cuando en 1919 eligió Yegen para escaparse de este mundo asfixiante y sin rumbo, que ya por entonces lo era. Hasta aquí llegó desde tan lejos, casi exhausto, con su peculiar equipaje de primeros auxilios: Todo el tiempo necesario por delante y ninguna prisa, algún dinero con el que resistir, 2.000 libros con que educarse y unas inmensas ganas de empezar a vivir. Después de él llegaron y siguen llegando oleadas humanas con idéntico equipaje y desigual fortuna, todas sin excepción en busca de asiento y cabida donde quedarse, para siempre.

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