FÚTBOL | La última estrella del Madrid

Los pies desnudos

La fuerza real y la visión que de sí mismo tiene Beckham no emanan de su cara bonita, sino de su calidad como jugador

David Beckham posee unas uñas de los pies prodigiosas. Extraordinariamente fuertes, saludables y, ante todo, gruesas. El inglés apareció ayer descalzo para una entrevista con Real Madrid Televisión y, aunque con palabras haya resultado incapaz de explicarlo, a través de aquellas uñas quizá haya revelado parte del secreto de su famosa rosca, de esa manera privilegiada que tiene de pegar al balón que tanto ha seducido a los amantes del fútbol en todo el mundo.

O quizá lo que pretendía hacer al aparecer descalzo en la primera entrevista que dirige especificamente al público español ...

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David Beckham posee unas uñas de los pies prodigiosas. Extraordinariamente fuertes, saludables y, ante todo, gruesas. El inglés apareció ayer descalzo para una entrevista con Real Madrid Televisión y, aunque con palabras haya resultado incapaz de explicarlo, a través de aquellas uñas quizá haya revelado parte del secreto de su famosa rosca, de esa manera privilegiada que tiene de pegar al balón que tanto ha seducido a los amantes del fútbol en todo el mundo.

O quizá lo que pretendía hacer al aparecer descalzo en la primera entrevista que dirige especificamente al público español era lanzar dos mensajes que él considera en este momento importantes. Por un lado, que, aunque sea hace ya varios años el rey de facto de Inglaterra y aunque en Vietnam, Tailandia y Japón se haya convertido en una especie de deidad pagana, mantiene los pies sobre la tierra. Y por otro, que, por más estrella que sea, su fuerza real y la visión que tiene de sí mismo no emanan de su cara bonita, sino de sus pies.

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Beckham es ante todo un futbolista. Hablando con él cara a cara durante unos 45 minutos antes, durante y después de la entrevista, lo que quedó en evidencia es que el hombre es un apasionado del fútbol que quiso venir al Madrid -y jamás se planteó seriamente escuchar ofertas de otros clubes de España o Italia- porque le hace una grandísima ilusión jugar con gente como Zidane y Ronaldo, con los que disfruta viéndoles jugar. Futbolistas a los que admira tanto o más que un forofo de Hanoi, Tokio, Manchester o Vallecas.

Apareció para la entrevista con un chándal del Madrid. Cuando se le preguntó si no era un poco prematuro vestirse así cuando faltaban todavía un par de horas para su presentación oficial con la camiseta del club, confesó, con una sonrisa traviesa, que le hacía tanta ilusión lo que estaba pasando en su vida que hacía más de una semana que se la ponía. Que la había llevado puesta en su casa, en Inglaterra, la semana pasada. Es decir, como un niño pequeño que luce orgulloso los colores de su equipo favorito.

En España la prensa ha dado por llamarle el Spice Boy. En Inglaterra nunca lo han hecho. El apodo se lo pusieron The Sun y otros periódicos hace unos años a ciertos jugadores del Liverpool que tenían fama de ser primero juerguistas y segundo profesionales del fútbol. Jugadores que demostraban tener una frívola relación con su profesión. A Beckham nunca le han llamado Spice Boy en Inglaterra porque, por más que se vista y se corte el pelo como un extravagante actor de cine, lo que jamás nadie ha cuestionado es su seriedad profesional. Sorprendió oírle decir en la entrevista que sigue practicando sus lanzamientos de faltas con la misma rigurosidad hoy que cuando comenzaba su carrera en el Manchester United; que se sigue quedando en el campo despúes de finalizar los entrenamientos a disparar 20, 30 o más de los tiros que le han hecho célebre. En su ex equipo, como constataban las pruebas científicas, era el jugador que más kilometros recorría en el campo.

¿Cómo es Beckham como persona? Cuesta pensar en algo que no hayan repetido todas las demás personas que tuvieron contacto con él durante sus apenas 30 horas en Madrid. Los médicos que le hicieron la revisión el martes por la tarde han insistido en su sencillez, en lo "normal" que es, en lo bien que se llevará con sus compañeros de equipo. Y eso es todo verdad. Pero se podrían agregar un par de cosas más.

Primero, es, como buen inglés, muy cortés. Después de que la maquilladora que trabaja para Real Madrid Televisión acabara de corregir los pocos defectos de su naturaleza, Beckham le dijo que muchas gracias. Constantemente, por la más mínima atención, está dando las gracias. Segundo, si hay una palabra que lo define, una sola, la que surge a la mente no es de las que se suele asociar con grandes deportistas o gente absurdamente famosa: dulce. Lo es no sólo cuando habla de sus niños, sino también de Zidane, del Manchester, hasta de sir Alex Ferguson. De cualquier cosa. Y quizá ahí radique parte de la explicación del magnetismo que ejerce, fuera del fútbol, sobre gran parte de la población mundial. También destila una cierta timidez que lo humaniza, que proyecta una seductora vulnerabilidad para un hombre tan rico y famoso y que debe de provenir en parte del hecho de que sabe que no es un hombre que nació para hablar en público. Aunque habla mucho mejor que en los primero años de su carrera, cuando daba pena ajena verle en una entrevista, jamás se le acusará de ser un intelectual o un hombre que ejerce un fácil dominio sobre el idioma de Shakespeare. Es listo. Sabe lo que tiene que decir. Sabe cómo ganarse al público, en Japón o en España. Se expresa perfectamente por la boca. Pero lo hace mejor con los pies.

David Beckham saluda en la Ciudad Deportiva del Madrid a los centenares de fans asistentes a su presentación.GORKA LEJARCEGI

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