Columna

Corrupciones

Una morena y una rubia, supongo que hijas del pueblo de Madrid, interpretaron un duro combate verbal en la sesión de investidura de la Comunidad Autonómica madrileña. Estrellas supremas el Señor Simancas y los dos tránsfugas, Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez, pero conservaron luz propia la portavoz del PP, Esperanza Aguirre, y la del PSOE, Ruth Porta. Ambas llevaron sus interpretaciones a los mejores extremos del realismo naturalista la señora Aguirre, entre la escuela BBC y Don Jacinto Benavente, y el Actor's Studio a lo zumbón, Ruth Porta. La señora Aguirre dependía del guión, pero la Port...

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Una morena y una rubia, supongo que hijas del pueblo de Madrid, interpretaron un duro combate verbal en la sesión de investidura de la Comunidad Autonómica madrileña. Estrellas supremas el Señor Simancas y los dos tránsfugas, Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez, pero conservaron luz propia la portavoz del PP, Esperanza Aguirre, y la del PSOE, Ruth Porta. Ambas llevaron sus interpretaciones a los mejores extremos del realismo naturalista la señora Aguirre, entre la escuela BBC y Don Jacinto Benavente, y el Actor's Studio a lo zumbón, Ruth Porta. La señora Aguirre dependía del guión, pero la Porta controla silencios y distancias que la separan de sus adversarios. Recordó el estilo agresivo y contundente de los chicos de Suresnes.

Esperanza Aguirre interpretativamente se lo debe casi todo al Gran Wyoming y sus inolvidables cuervos que la convirtieron en la máxima extrella blanca de Caiga quien caiga. Inexplicable personaje sin la contribución de Pablo Carbonell, un Groucho Marx que consiguió explicitarla y oponerla al prototipo malherido, despegado y cejijunto de Ana Botella. La Aguirre asumía el papel de ex-dama joven de la compañía, siempre sospechosa de haberse equivocado de espectáculo, de teatro, de año, de Premio Nobel, de horario de aerobic. La portavoz socialista parecía surgida de un montón de interpretaciones de teatro independiente y oponía a la actitud evanescente de la Aguirre, el tono de una heroina de la defensa de Madrid contra fascistadas pasadas y presentes.

Dos grandes estrellas fugaces, los tránsfugas. Disfrazada de cadáver embalsamado o víctima de un ataque de estatua recién salida de la peluquería, Doña Teresa y psicodélico Tamayo, convencido de que prefiere un PSOE roto a un PSOE rojo y reclamando constantemente: "Vete Simancas, vete... si quieres que yo deje de ser un tránsfuga, vete". Notable el esfuerzo de Simancas por elevar la anécdota del transfuguismo a la categoría de corrupción urbanística y brillante la intervención del portavoz de IU, Fausto Fernández, señor de los anillos de una alianza que había encanallado a tantos intereses creados. Debate interesante para todos los que no se expliquen la carestía de la vivienda. La hubieran entendido inmediatamente.

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