Cartas al director

Lo que no se dice de 'Muerte de un ciclista'

En el artículo publicado en EL PAÍS, el sábado 21 de junio de 2003, en torno a Muerte de un ciclista, su autor alude a la respuesta contra el filme por parte de "la derecha reaccionaria iracunda" y cita, expresamente, a mi padre, José María García Escudero, "futuro director general de cine". Cita también un texto suyo que en nada se ajusta a tal concepto de "lo reaccionario e iracundo", a poco se lee con algún detenimiento.

Lo cierto es que Juan Antonio Bardem, cineasta y miembro del Partido Comunista Español, como es sabido, mantuvo una relación que fue más allá de la amistad co...

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En el artículo publicado en EL PAÍS, el sábado 21 de junio de 2003, en torno a Muerte de un ciclista, su autor alude a la respuesta contra el filme por parte de "la derecha reaccionaria iracunda" y cita, expresamente, a mi padre, José María García Escudero, "futuro director general de cine". Cita también un texto suyo que en nada se ajusta a tal concepto de "lo reaccionario e iracundo", a poco se lee con algún detenimiento.

Lo cierto es que Juan Antonio Bardem, cineasta y miembro del Partido Comunista Español, como es sabido, mantuvo una relación que fue más allá de la amistad con el "crítico reaccionario iracundo" que no se entendería de ser cierto cuanto de mi padre se afirma en el texto al que se hace alusión. Podría decirse que mi padre fue lo más parecido a un confidente intelectual que tuvo nunca Juan Antonio y, de hecho, eran muy frecuentes sus visitas a nuestra casa donde ambos, tan distantes y tan cercanos, intercambiaban impresiones, diseñaban líneas de actuación... esto, por no hablar de las "Conversaciones de Salamanca", de las que fueron protagonistas señalados, o de su estrecha relación durante la segunda etapa -de la "apertura"- de mi padre como director general. Hacer tabla rasa sobre un pasado que a nadie nos gusta lleva a poner en un mismo saco a tirios y a troyanos, a los verdaderos críticos "reaccionarios iracundos" y a los que, no siendo ni lo uno ni lo otro, cohabitaron con el régimen. Aplíquese cuanto se dice a quienes, como mi padre, se llegaron al extremo, inusual entonces como ahora, de defender su propio código ético al mayor precio: el de dimitir de su cargo.

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